¡Oh abismo de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus designios e inescrutables sus caminos! En efecto, ¿quién conoció el pensamiento de Señor? O ¿quién fue su consejero? O ¿quién le dio primero que tenga derecho a la recompensa? Porque de él, por él y para él son todas las cosas. ¡A él la gloria por los siglos! Amén" Rom 11,33-35
   
  AUTOCEFALIA UNIVERSAL Y APOSTOLICA EN EL ESPIRITU DE S. BENITO ABAD Y S. IGNACIO DE LOYOLA +JOSE FERNANDO MONTOYA
  TEMA63 CONSUMADOR DEL MUNDO
 

CATECUMENADO 63


EL ESPÍRITU, CONSUMADOR DEL MUNDO


OBJETIVO CATEQUÉTICO
* Descubrir la función del espíritu como consumador del mundo.

24. El estado actual del hombre implica algo de menos natural, de
inacabamiento, de irredención
Es un dato elemental de toda existencia humana, ya se encuentre en
crisis de crecimiento o de disminución, la experiencia de una limitación
fundamental, de una desolación, de una secreta convicción de la
inseguridad de su ser, de una especie de situación irredenta en la que
está inmerso y de la que lucha por evadirse. El hombre percibe su
misterio y el de sus limitaciones inherentes y elegidas; se siente asediado
por esos poderes que le desbordan y a los que difícilmente escapa:
muerte, enfermedad, injusticia, tiranía... Esa vivencia fundamental de
todo existir humano, que percibe su propia debilidad, esa angustia
insuperable que carcome su ser. desemboca en la convicción de que el
estado actual del hombre implica algo de menos natural, de
inacabamiento, de irredención. Es la certeza de que no es posible desde
dentro de sí la plenitud de lo humano e histórico (29).

25. También la naturaleza se lamenta por un bien perdido
La naturaleza no es sólo maravillosa y suscita admiración. Es
dramática. Está también sujeta a la finitud y a la destrucción. Sufre y
suspira con nosotros. Atentos percibimos el sufrimiento de los animales,
la destrucción y la decadencia, la agresión, la huida, el miedo universal a
la muerte. Pensadores y poetas expresan de diverso modo la tristeza de
la naturaleza: «Un velo de tristeza se extiende sobre toda la naturaleza,
una profunda, implacable melancolía recubre toda vida.» En el fondo, la
naturaleza también se lamenta por un bien perdido. Al fin y al cabo, el
mundo es el cuerpo prolongado y ensanchado del hombre (30).

26. La naturaleza, ligada al destino del hombre
El drama de la naturaleza está ligado al drama del hombre, así como la
plenitud de la naturaleza depende de la consumación del hombre. El
mundo material creado para él participa de su destino. Maldito a causa
del pecado humano (/Gn/03/17), el mundo se halla actualmente en un
estado violento. El pecado del hombre contamina la tierra. Según los
profetas, las abominaciones del pueblo profanan su mundo ambiente,
que ha de sufrir por ello la cólera de Yahvé (Jr 7, 20; 9, 10ss; Ez 6, 14; Is
13, 9-11). En justa correspondencia, el mensaje de la salvación se dirige
también a los cielos y a la tierra que serán beneficiarios de las
bendiciones divinas: «Pero esperamos, según nos lo tiene prometido
(Dios), nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia»
(/2P/03/13; cfr. /Is/65/17; /Is/66/22; /Ez/36/08-12) (31).

27. Con dolores de parto
Como dice San Pablo, la naturaleza está sometida a la vanidad
(idolatría) y a la servidumbre de la corrupción y desde su ser más
profundo anhela ser liberada juntamente con el hombre. Pero la nueva
creación en Cristo, anunciada por los profetas (Cfr. ls 65, 17-21; 66, 22),
se está gestando ya en el mundo presente y será alumbrado por él,
trabajado por el Espíritu de Cristo que suscita, sostiene y dirige la
colaboración humana: «La ansiosa espera de la creación desea
vivamente la revelación de los hijos de Dios. La Creación, en efecto, fue
sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino por aquel que la
sometió, en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la
corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre
dolores de parto. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las
primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior
anhelando el rescate de nuestro cuerpo» (/Rm/08/19-23) (32).

28. El destino del hombre depende del Espíritu de Dios
La creación espera ansiosamente la manifestación de los hijos de
Dios. Si la naturaleza permanece ligada al destino del hombre
(solidaridad hombre-mundo), del Espíritu de Dios depende, a su vez, el
destino del hombre (alianza hombre-Dios). Aunque seamos una criatura
nueva en Cristo, vivimos aún en las condiciones de este mundo viejo
destinado a pasar. Pero poseemos ya las primicias del Espíritu. Para
Pablo, la presencia del Espíritu de Cristo en nosotros es la garantía de
nuestra esperanza, según la cual se consumará el rescate de nuestro
cuerpo: «El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad» (Rm 8, 26; cfr.
8, 23-24). Y también: "Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los
muertos habita en vosotros el que resucitó de entre los muertos a Cristo
Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu
que habita en vosotros» (/Rm/08/11) (33).

29. Reconocer a Dios y amar de veras, primicias del Espíritu
consumador
El hombre, abandonado a sus propias fuerzas, es incapaz de entrar en
el Reino de Dios: «Trabajosamente conjeturamos lo que hay sobre la
tierra y con fatiga hallamos lo que está a nuestro alcance; ¿quién,
entonces, ha podido rastrear lo que está en los cielos? ¿Y quién hubiera
conocido tu voluntad, si tú no le hubieses dado la Sabiduría y no le
hubieses enviado de lo alto tu Espíritu Santo? Sólo así se enderezaron
los caminos de los moradores de la tierra, así conocieron los hombres lo
que a ti te agrada y gracias a la Sabiduría se salvaron» (/Sb/09/16-18).
Tampoco por sí mismo el hombre puede alcanzar su plenitud humana. No
hay plenitud humana al margen de Dios: «La carne no sirve para nada»
(Jn 6, 63), «lo que nace de la carne, es carne; lo que nace del Espíritu,
es espíritu» (Jn 3, 6). Por la fuerza del Espíritu, del que poseemos ya las
primicias, el hombre se vuelve capaz de reconocer a Dios en el centro de
su propia vida y, al mismo tiempo, de amar de veras (34).

30. El Don del Espíritu, promesa para la nueva creación
El Espíritu Santo, del que tenemos las primicias, es el Don y la Fuerza
de Dios, prometida por los profetas para los últimos tiempos, para los
tiempos mesiánicos. Dios infundirá su Espíritu a los suyos, les dará un
«corazón nuevo» poniendo su ley en el interior de éste, y aun cambiará
las condiciones del mundo en que han de habitar. De este modo, el
Espíritu de Dios será el principio de la Nueva Alianza (Ez/36/27-28; Jr 31,
31). Esta efusión del Espíritu de Dios se realizará por la mediación del
Mesías (Is 11, 1-3; 42, 1; 61, 1) (35).

31. La plenitud, inaugurada en Pentecostés ES/CREADOR Cristo,
teniendo en sí la plenitud del Espíritu (Mc 1, 10; Lc 4, 1) y constituido
Señor por su resurrección, comunica esa plenitud a otros hombres
renovándolos interiormente y haciendo de ellos una criatura nueva (Rm
8, 14-17; Ga 3, 26ss; cfr. Jn 1, 12). Esta nueva creación ha sido
inaugurada en Pentecostés. El Espíritu que llena a los apóstoles el día
de Pentecostés (Hch 2,4) es el Don que les hace Cristo resucitado y
manifiesta y lleva a cabo la victoria sobre el pecado y la muerte (Cfr. Hch
2,32-36; 4, 7- 12). Los apóstoles convierten los corazones con su
palabra, perdonan los pecados (Jn 20, 21 ss) y por su mediación reciben
los creyentes el Don de Dios, el Espíritu Santo (Hch 8,17). La expansión
de la Iglesia confirma la promesa de Jesús a sus discípulos: hacen obras
más grandes que las suyas y obtienen del Padre todo lo que piden en
nombre de su Hijo (Jn 14, 12ss; 16, 23-24) (36).

32. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra
Con la resurrección de Jesús, la hora del Espíritu ha llegado y la
plenitud inaugurada en Pentecostés, continúa ahora en el misterio de la
Iglesia, en la cual el Espíritu Santo actúa maravillosamente (cfr. LG 44;
49). Consciente de ello, la Iglesia pide confiadamente el Espíritu, que es
para ella como su alma (cfr. LG 7): «Ven, Espíritu Creador, / visita las
almas de tus fieles / llena con la gracia de lo alto / los corazones que tú
creaste» (Liturgia de Pentecostés, Himno de Vísperas}. «Mira el vacío del
hombre / si tú le faltas por dentro; / mira el poder del pecado / cuando no
envías tu aliento» (Domingo de Pentecostés, Secuencia). «Rey del cielo,
Consolador, Espíritu de verdad, / tú que en todo estás presente y lo
llenas todo; / tesoro de bienes y fuente de vida, / ven y haznos tu
morada; / purifícanos y haznos salvos / tú, que eres la misma bondad»
(Liturgia bizantina, Invocación Rey del Cielo, Consolador) (37).

33. El Espíritu, consumador del mundo
La plenitud, inaugurada en Pentecostés, no ha alcanzado todavía su
consumación, que sólo se realizará al final de los tiempos. Hacia este
término camina la historia, hacia esos nuevos cielos y esa nueva tierra
que anunciaban en otro tiempo las Escrituras (/2P/03/13), que el
Apocalipsis evoca anticipadamente (/Ap/21/01-05): perspectiva
grandiosa en la que el término de los designios de Dios alcanza la
perfección de los orígenes, después del largo paréntesis que había
abierto el pecado humano. He aquí que hago nuevas todas las cosas (Ap
21, 5). Tal será la consumación final de un mundo transfigurado por el
Espíritu (38).

34. Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida
Como Jesucristo, el Hijo, está en el origen de todas las cosas, también
el Espíritu Santo, Consumador del universo, es en Dios el Creador de
todos los seres. Esta ha sido la fe constante de la Iglesia. Entre las
muchas expresiones de esta fe podríamos citar la del can. 1.° del
Concilio segundo de Constantinopla que enseña, con el lenguaje
tradicional de los Padres griegos, que las tres Personas divinas están
asociadas en su común acción creadora: Única es la divinidad y único es
el poder del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. «Pues uno es Dios el
Padre, de quien son todas las cosas; uno el Señor Jesucristo, por quien
son todas las cosas y uno el Espíritu Santo, en quien son todas las
cosas» (DS 421). En el Amor personal del Padre a través de su Hijo,
Jesucristo, tiene origen y plenitud todos los seres (39).
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TEMA 63

OBJETIVO:
INICIACIÓN EN LA VISIÓN CRISTIANA DEL MUNDO:
EL ESPÍRITU, CONSUMADOR DEL MUNDO

PLAN DE LA REUNIÓN
* Presentación del objetivo y plan de la reunión.
* Oración inicial: Sal 43.
* Presentación del tema 63 en sus puntos clave.
* Lectura de Sb 9,16-18; Rm 8,19-23; Jn 3,1-8.
* Diálogo: lo más importante.
* Oración comunitaria: desde la propia situación .

PISTA PARA LA REUNIÓN
PUNTOS CLAVE
* En estado de irredención.
* También la naturaleza.
* Con dolores de parto.
* El destino del hombre depende del Espíritu de Dios.
* La plenitud, inaugurada en Pentecostés.
* He aquí que hago nuevas todas las cosas (Ap 21,5):
consumación final de un mundo transfigurado por el Espíritu.

 
 
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