CATECUMENADO 22
P/VEJEZ
DEL HOMBRE VIEJO AL HOMBRE NUEVO
OBJETIVO CATEQUETICO
* Descubrir el proceso de conversión como un paso del hombre viejo al hombre nuevo.
1. En una relación nueva con respecto a Dios, a los demás, al mundo y a sí mismo
CV/RELACION-NUEVA: El nuevo nacimiento y la consiguiente
experiencia religiosa, que transforma al hombre de la carne en hombre
del Espiritu (Rm 8,8-9), que reproduce la imagen de Jesús (Rm 8, 29),
coloca al hombre en una relación nueva con respecto a Dios, a los
demás, al mundo, e incluso, a sí mismo*.
2. Del hombre viejo al hombre nuevo en proceso de conversión
Por ello dicho cambio es vivido en el cruce de dos coordenadas
esenciales a toda antropología: a) la persona en relación con los otros;
b), la persona en relación con el mundo. La primera coordenada
(antropológico-existencial: ser con los otros) es principal, no
exclusivamente interpersonal. El creyente es el hombre que se sabe en
relación con Dios y sus hermanos. Es el hombre de la Alianza. En el
cumplimiento de las exigencias de la misma, que realizó Cristo, consisten
toda la Ley y los profetas. Dicho cumplimiento no es tanto una conquista
por parte del hombre, cuanto su acogida a una dinámica de gracia que
procede en último término del Padre. De hecho, nos encontramos en un
régimen de gracia, que culmina en la presencia eficaz del Espíritu
prometido por Cristo. Toda existencia humana se desenvuelve entre el
rechazo de ese régimen de gracia, rechazo que configura al hombre,
según la concepción bíblica, como hombre viejo, y la aceptación de la
oferta del Padre que renueva, vivifica y salva lo que estaba perdido
(hombre nuevo). CV/QUÉ-ES Este cambio profundo se llama conversión.
Desde sus orígenes, la Iglesia distingue claramente entre conversión
primera, conversión segunda y conversión continua. La conversión
primera es propia de quien abraza la fe por primera vez (Cfr. Hch 2, 38).
La conversión segunda es la de aquellos que por el pecado pierden la
gracia bautismal y han de ser de nuevo justificados por el sacramento de
la penitencia. A este sacramento, los Santos Padres le llamaron con
propiedad «la segunda tabla después del naufragio que supone el
perder la gracia» (Jn 20, 22-23; cfr. Concilio de Trento, DS 1542). La
conversión continua es propia de los justos que frecuentemente han de
orar con humildad y verdad: «Perdónanos nuestras ofensas» (Mt 6, 12;
cfr. DS 1536). En definitiva, la vida del cristiano es todo un proceso de
conversión en un hombre nuevo por la continua acogida al don del
Espíritu.
3. El pecado, condición histórica del hombre ante Dios
P/ACEPTACION:
El pecado, en efecto, configura al hombre como hombre viejo. Sin
embargo, el hombre no reconoce por sí mismo que es pecador. Es
preciso que venga el Espíritu para que convenza al mundo de pecado
(/Jn/16/08) y el hombre pueda reconocer su pecado contra Dios
(/Sal/050/06). Miradas las cosas desde Dios y su designio salvador, todo
lo humano está bajo el signo del pecado o bajo el signo de la gracia. El
pecado constituye, pues, una de las formas de estar y vivir
históricamente ante Dios. El pecado lleva consigo caída, oscuridad y
ceguera, y se manifiesta en la corrupción de órdenes fundamentales de
la vida: familia, trabajo, política, religión. El pecado es la rebelión humana
contra el orden de cosas configurado, según el designio original de Dios,
como Alianza, por relaciones de fidelidad y de amor; y,
consiguientemente, el pecado toma cuerpo en una determinada forma
de desarrollo histórico a través del cual Dios ya en el presente condena
al hombre (Rm 1, 18).
4. El pecado: no a Dios, serie de rupturas, callejón sin salida
P/RUPTURA: Toda una serie de rupturas descoyunta y deshace la
realidad tal como había proyectado Dios originalmente. El corte de la
religación del hombre con Dios es la raíz que origina y mantiene
cualquiera otra ruptura. «Al negarse con frecuencia a reconocer a Dios
como su principio, rompe el hombre la debida subordinación a su fin
último, y también toda su ordenación, tanto por lo que toca a su propia
persona como a las relaciones con los demás y con el resto de la
creación... El pecado rebaja al hombre, impidiéndole lograr su propia
plenitud» (GS 13). Su pretensión fracasa; el pecado lo divide en sí
mismo, lo empequeñece, desviándolo de la plenitud a la que estaba
destinado y, además, lo coloca en una situación de la que no puede salir
por sí mismo. Así, el pecado lleva consigo una negación frente a Dios,
las consiguientes rupturas y una situación como de un callejón sin salida.
La Biblia expresa este estado de cosas con diversas imágenes.
5. En proceso de conversión: de la sed al agua de la vida
El pecado aparece como sequía y agostamiento de una tierra
destinada por Dios a ser fértil y productiva: «Doble mal ha hecho mi
pueblo: a mí me dejaron, Manantial de aguas vivas, para hacerse
cisternas; cisternas agrietadas que el agua no retienen" (Jr 2, 13). El
pecado deja al hombre con tal sed que nada ni nadie fuera de Dios
puede apagarla. La llamada a la conversión lo es a apagar esa sed:
«¡Oid, sedientos todos, acudid por agua!» (Is 55, 1). Es la llamada que
hace Jesús a la Samaritana: «Si conocieras el don de Dios y quién es el
que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva...; el que
beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed: el agua que yo le
daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la
vida eterna» (Jn 4, 10-14).
6. En proceso de conversión: de la ceguera a la luz
P/CEGUERA:
El pecado aparece también en la Sagrada Escritura como ceguera
total que incapacita al hombre para ver la acción de Dios en medio de la
naturaleza y de la historia. En este sentido, todos los hombres somos
ciegos de nacimiento. Nuestra ceguera original debe ser curada
lavándonos en la piscina del Enviado, es decir, en la piscina de Cristo,
que custodia celosamente la Iglesia: Bautismo y Penitencia. Y nuestros
ojos inútiles se abrirán al horizonte de la fe: a Cristo, Luz del Mundo.
Jesús concedió la vista al ciego de nacimiento. «Escupió en la tierra, hizo
barro con la saliva, se lo puso en los ojos al ciego, y le dijo: "Ve a lavarte
a la piscina de Siloé" (que significa Enviado). El fue, se lavó y volvió con
vista" (/Jn/09/06-07). La llamada a la conversión es una llamada a la luz,
Cristo nos ofrece la curación de nuestra ceguera. "Jesús añadió: 'Para
un juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y
los que ven queden ciegos"» (Jn 9, 39).
7. En proceso de conversión: de la muerte a la vida
Como los pasajes evangélicos de la Samaritana y del ciego de
nacimiento, el pasaje de la resurrección de Lázaro pertenece a la antigua
liturgia catecumenal y, dentro de ella, a la de los domingos más antiguos
de la Cuaresma (tercero, cuarto y quinto). Quien se encuentra en
proceso de conversión es un hombre que está pasando de la muerte a la
vida. Es un hombre que, como Lázaro, se encontraba muerto y ante cuya
tumba dijo Jesús: «Quitad la losa». Marta, la hermana del muerto, le dijo:
«Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días". Jesús le dijo: «¿No te he
dicho que si crees verás la gloria de Dios?». Entonces quitaron la losa. Y
dicho esto, gritó con voz potente: «Lázaro, ven afuera». El muerto salió,
los pies y las manos atadas con vendas y la cara envuelta en un sudario.
Jesús les dijo: «Desatadlo y dejadlo andar» (Jn 11, 39-44). De forma
semejante, el hombre que nace a la fe es un hombre a quien Dios ha
hecho salir de su sepulcro y ha recuperado para la vida. Así se cumple la
profecia de Ezequiel para los tiempos mesiánicos: «Esto dice el Señor:
Yo mismo abriré vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de
Israel. Y cuando abra vuestros sepulcros sabréis que soy el Señor; os
infundiré mi espíritu y viviréis» (Ez 37, 12-14). -
8. En proceso de conversión por la fuerza del Espíritu
De la sed al agua viva. De la ceguera a la luz. De la muerte a la vida.
El paso del hombre viejo al hombre nuevo, la conversión del corazón, es
un nuevo nacimiento por la fuerza del Espíritu. Como dice Jesús a
Nicodemo: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de
Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne es
carne; lo nacido del Espíritu es espíritu. No te asombres de que te haya
dicho: Tenéis que nacer de lo alto. El viento sopla donde quiere, y oyes
su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que
nace del Espíritu» (Jn 3, 5-8).
9. EI Espíritu obra en el corazón COR/QUÉ-ES:
El Espíritu obra en el interior del hombre, en su conciencia religiosa y
moral. La Escritura, además del término conciencia (Rm 14, 5; 1 Co 10,
25-29), utiliza frecuentemente la palabra corazón y también la palabra
espíritu. En nuestra manera de hablar, el corazón se considera ligado a
la vida afectiva. Para el hebreo se trata de algo mucho más amplio. El
corazón es lo más íntimo del hombre; ahora bien, en lo más íntimo se
encuentran los sentimientos, pero también los recuerdos y los
pensamientos, los razonamientos y los proyectos. El corazón del hombre
designa entonces toda su personalidad vista como un todo, desde el
fondo de su ser. desde su centro viviente y osiginal.
10. El problema religioso se juzga en el corazón del hombre
Así el problema religioso del hombre radica en el corazón. Israel fue
comprendiendo cada vez mejor que no es suficiente una religión exterior.
Para hallar a Dios hay que buscarlo «con todo el corazón» (Dt 4, 29).
Israel comprendió, al fin, que debía fijar su corazón en Dios (1 S 7, 3) y
amarle con todo el corazón (Dt 6, 5), viviendo con entera docilidad a su
ley.
11. Un cambio de corazón, un cambio profundo. Un nuevo nacimiento
COR/CAMBIO:«De dentro del corazón salen las intenciones malas,
asesinatos, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, injurias.
Eso es lo que hace impuro al hombre» (Mt 15, 19-20). En esta situación
resulta necesario un corazón nuevo, una conciencia nueva, una
personalidad nueva. Los profetas anuncian para el futuro mesiánico un
cambio radical, un cambio de corazón (Jr 31, 33; 32, 39; 24, 7; Ez 18,
31). Dios mismo reaíizará ese cambio: «Os daré un corazón nuevo,
infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el
corazón de piedra y os daré un corazón de carne» (/Ez/36/26).
12. El problema religioso del hombre, problema de «oído»
Para la Escritura, actitud primordial del hombre creyente es la actitud
de escucha: ¡Escuchad la palabra de Dios! (Am 3, 1; Jr 7, 2; Dt 6, 4; Mc
12, 29; 4, 3.9). En el centro de las relaciones entre Dios y el hombre, tal
como nos las presenta la Sagrada Escritura, está la palabra de Dios al
hombre, que éste debe escuchar y acoger en su corazón y en el seno de
la comunidad fraterna. Ahí está en juego la vida entera del creyente:
escuchar la voz del Señor. Como dice el salmista: «Ojalá escuchéis hoy
su voz" (/Sal/094/07), palabras que glosará ampliamente la Carta de los
Hebreos (3, 7-11).
13. Rechazar la palabra del Señor es embotar el propio corazón y
endurecer el oído_
Rechazar la palabra del Señor, endurecer el propio corazón y
oscurecerse la conciencia son una misma cosa. Escuchar la voz del
Señor y abrir el corazón a Dios es lo mismo que creer en el sentido pleno
que esta palabra tiene de ordinario en la Biblia y es lo opuesto a la
idolatría. La fe en Dios se opone al servicio de los ídolos, pues este
servicio no deja oír la voz de Dios, endurece el corazón y oscurece la
conciencia. Así se cumple una y otra vez la profecía de Isaías: «Oíd con
vuestros oídos, sin entender; mirad con vuestros ojos, sin comprender.
Embota el corazón de ese pueblo, endurece su oído, ciega sus ojos: que
sus ojos no vean, que sus oídos no oigan, que su corazón no entienda,
que no se convierta y sane" (Is 6, 9-l0, Mt 13, 14 15) (14)
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TEMA 22
OBJETIVO:
DESCUBRIR EL PROCESO DE CONVERSION COMO UN PASO
DEL HOMBRE VIEJO AL HOMBRE NUEVO
PLAN DE LA REUNION
* Información: personas, problemas, acontecimientos...
* Presentación del tema 22 en sus puntos clave.
* Lectura de alguno de los pasajes bíblicos que presentan
la necesidad de un cambio radical.
* Lectura de Mt 5,1-48: la orientación del cambio.
PISTA PARA LA REUNION
PUNTOS CLAVE
* Un cambio radical:
de la sed al agua de la vida (Jn 4,1-42);
de la ceguera a la luz (Jn 9,1-41);
de la muerte a la vida (Jn 11,1-44).
* Un nuevo nacimiento por la fuerza del Espiritu (Jn 3,5-8).
* Un corazón nuevo (Ez 36,26).
* Problemas de oído (Sal 95,7).