CATECUMENADO 37
MDT-04
Ml PADRE, Ml MADRE Y MIS HERMANOS
OBJETIVO CATEQUÉTICO
* Descubrir que el Evangelio conduce a una comunidad que va más
allá de los lazos de la carne y de la sangre.
52. La figura paterna: punto de referencia clave de la propia
identidad
El padre es un punto de referencia clave de la propia identidad del
hijo. Después de la primera infancia, el papel del padre será
desempeñado, no sólo por los propios padres, sino por un número de
personas que actúa fuera del ámbito familiar, y que influye de manera
decisiva en la evolución del niño: los educadores y otras personas que
en cierto modo amplían y completan la función de los padres. unos y
otros deben ayudar al niño y al joven en la maduración de su
personalidad. Deben proteger y garantizar su propia identidad (67).
53. Una voz orientadora, primer elemento del sentido de identidad del
hombre. La función maternal, necesaria en la vida de todo hombre
No será inútil recordar la importancia de la función paternal para la
formación de la identidad, pues hoy día asistimos a una dimisión de los
padres y educadores. La tensión del hombre para encontrar un padre es
una de las más profundas y fundamentales de toda su vida: la búsqueda
de una imagen de fuerza y sabiduría a la que unir la propia vida. Y la
identidad necesita, para construirse, de identificaciones válidas y de la
confirmación de los adultos, lo cual no es posible si los padres y los
educadores no cumplen sus funciones. El padre es el guardián de la
identidad. El niño encuentra en el rostro amable de la madre y en la
orientación firme del padre, el reconocimiento de quién es él y el sentido
de su crecimiento y de su identidad. El papel de la madre durante la
infancia es prever y proteger. La madre es el primer mundo del hombre:
la regularidad de la respuesta materna constituye el primer orden del
mundo del niño. El padre contribuye al desarrollo de la personalidad del
niño, mostrándose con su autoridad, no como una amenaza, sino como
un guía. El padre y la madre se complementan. Esto supone una
presencia real, física y sicológica de los padres junto al niño (68).
54. «Honra a tu padre y a tu madre»: cuarto mandamiento
Muchos pretenden una convivencia humana prescindiendo
de los padres. Pretenden instaurar una fraternidad sin padres. La
Escritura nos revela que honrar padre y madre es un mandamiento de
vida. El crecimiento y desarrollo de la persona humana se destruye o
queda gravemente dañado cuando falta en la vida del hombre, sobre
todo en su infancia, en su adolescencia y juventud, el afecto y la
atención educativa de los padres. Los padres -y por extensión los
educadores- tienen una función imprescindible en el desarrollo armónico
de la personalidad: «Honra a tu padre y a tu madre: así se prolongarán
tus días y te irá bien en la tierra que el Señor tu Dios te va a dar»
(/Dt/05/16). Algo semejante dice el libro del Eclesiástico: «En obra y
palabra honra a tu padre y vendrá sobre ti toda clase de bendiciones. La
bendición del padre hace echar raíces, la maldición de la madre arranca
lo plantado. No busques honra en la humillación de tu padre, porque no
sacarás honra de ella; la honra de un hombre es la honra de su padre, y
la deshonra de la madre es vergÜenza de los hijos. Hijo mío, sé
constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas; aunque
chochee, ten indulgencia, no lo abochornes mientras vivas» (/Si/03/8-13)
(69).
55. Jesús nos lleva a cumplir con autenticidad el cuarto mandamiento
Jesús exige el cumplimiento del cuarto mandamiento, que en su época
ha sido deteriorado, desvirtuado, por la tradición farisaica. Algunos
fariseos y escribas acusan a Jesús de que sus discípulos quebrantan la
tradición de los mayores, pues no se lavan las manos antes de comer.
Jesús responde que hay tradiciones humanas que suplantan a los
mandamientos de Dios, y que llevan finalmente a los hombres a la
transgresión de tales mandamientos: «Dios dijo: Honra a tu padre y a tu
madre y el que maldiga a su padre o a su madre, tiene pena de muerte.
En cambio, vosotros decís que el que le declara a su padre o a su
madre: Los bienes con que podría ayudarte los ofrezco al templo, ya no
está obligado a sustentar a su padre; así, en nombre de nuestra
tradición, habéis invalidado el mandamiento de Dios. ¡Hipócritas!...» (Mt
15, 1-11). Las tradiciones religiosas, instituidas como un conjunto de
medios para unirse más con Dios, dejan de ser medios y se convierten
en fin. Jesús rechaza tal perversi6n en el plano de los principios. Y en
cuanto a la aplicaci6n farisaica sobre el lavarse las manos antes de
comer, Jesús responde diciendo que no es lo que entra por la boca lo
que hace impuro al hombre, sino lo que sale del corazón (Cfr. Mt 15,
8-20) (70).
56. Más allá de los lazos de la sangre
Ahora bien, la Escritura no nos ofrece argumentos para defender un
paternalismo patológico, que sofoque la vida y el crecimiento del otro,
que no le permita conquistar su libertad y progresiva independencia,
caminar poco a poco hacia la propia identidad. El evangelio de Lucas
está particularmente atento a este despertarse a la mayoría de edad, a
este emerger de un ser dependiente, de una vida todavía sin definici6n,
decidida hasta el presente por el padre. La infancia de Cristo culmina
con el episodio de la iniciativa tomada por Jesús con ocasi6n del viaje a
Jerusalén (Lc 2, 41-52). No se trata de una rebeli6n, sino dei despertar
de una responsabilidad: "¿No sabíais que yo debía estar en la casa de
mi Padre". (2, 49). Es la primera manifestación de su futura vocación y
misión. Jesucristo, en determinadas ocasiones manifiesta gran libertad
frente a los vínculos de la sangre, a los que concedemos a veces una
importancia exclusiva. Jesucristo da mayor importancia a los lazos de
orden espiritual, resultantes de una opción personal y libre (71).
57. «El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi
hermana, y mi madre»
Un día, su propia madre y sus parientes (aquellos que en las lenguas
semíticas son llamados «hermanos») no podían acercarse a El y
deseaban verle. Una vez más, Jesús manifiesta una independencia
soberana, distanciándose visiblemente de este tipo de vínculos.
Subordina los lazos físicos, biológicos, anexos de un orden diferente y
superior, a lazos espirituales. Otorga así su importancia «relativa»,
referencial, a los vínculos de índole biológica y concede la primacía a un
nuevo ámbito de intercomunicación personal, resultante de una filiación
libremente aceptada: «Llegaron su madre y sus hermanos y desde fuera
lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dijo: Mira,
tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan. Les contestó:
¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y paseando la mirada por el
corro, dijo: Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la
voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre»
(/Mc/03/31-35) (72).
58. «¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen!»
En otra ocasión, mientras El enseñaba, una mujer dijo lo que cualquier
otra mujer hubiera dicho y pensado. Y Jesús respondió, mostrando el
valor primordial de la obediencia a la Palabra de Dios: «Mientras él decía
estas cosas, una mujer de entre el gentío, levantó la voz diciendo:
¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron! Pero él
repuso: Mejor: ¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la
cumplen!» (Lc 11, 27-28). María, su madre, era -para Jesús- más grande
por encarnar en su vida la voluntad del Padre que por haber ofrecido su
carne y sangre para que el Hijo de Dios se encarnase (73).
59. Condición necesaria para seguir a Jesús
Llegado el caso, para seguir a Jesús, puede ser necesario
sobreponerse a los lazos humanos familiares. Jesús es primero: Grandes
multitudes iban caminando con El y, volviéndose hacia ellas, les dijo: «El
que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mi; y
el que no coge su cruz y me sigue, no es digno de mí» (Mt 10, 37-38)
(74).
60. Más allá de los lazos de la nación y de la raza
La Palabra de Dios sitúa al hombre más allá de los lazos de la nación y
de la raza. Si hemos comprendido bien lo que es Israel, en el
pensamiento teológico de los profetas hebreos, desde Amós hasta Juan
-hasta Jesús- no se puede decir que alguien pertenezca a Israel, a la
semilla de Abraham, como se pertenece, por derecho de nacimiento, a la
nación francesa, inglesa, alemana o española. El Dios de Israel, según el
profeta Amós, afirma la libertad soberana, absoluta, del lazo que le
vincula a su pueblo Israel. No es cuestión de biología, sino de espíritu. La
alianza no es una relación natural, desborda el ámbito de la naturaleza:
«¿No sois para mí como etíopes, hijos de Israel? -oráculo del Señor-. Si
a vosotros os saqué de Egipto, saqué a filisteos y sirios de Quir» (Am 9,
7) (81).
61. El pueblo de Dios, llamado a la universalidad
Una cosa es el hijo según el orden biológico, y otra muy diferente el
hijo según el orden espiritual y libre. Según los profetas, Israel proviene
del orden espiritual. De ahí que sea un pueblo llamado a la
universalidad, a la catolicidad, más allá de las peculiaridades nacionales
y raciales. Jesús, como ningún otro, ha enseñado la universalidad de la
vocación a entrar en la economía de esa humanidad nueva, cuyo primer
exponente fue Abrahán. Ante la fe del centurión romano, dijo Jesús a los
que le seguían:. «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie
tanta fe. Os digo que vendrán muchos de Oriente y Occidente y se
sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos; en
cambio, a los ciudadanos del Reino los echarán afuera, a las tinieblas.
Allí será el llanto y el rechinar de dientes» (Mt 8, 10-12) (83).
62. Todos convocados al amor
Ya el Antiguo, pero de modo peculiar el Nuevo Testamento convoca a
todos al amor. Sólo el amor puede hacernos hermanos a todos los
hombres. Sólo en el amor podemos abrirnos a una familiaridad universal.
San Pablo, en la Carta a los Efesios, convoca a todos al amor; en
concreto a padres y a hijos, cuando dice: «Hijos, obedeced a vuestros
padres como el Señor quiere, porque eso es justo. Honra a tu padre y a
tu madre, es el primer mandamiento al que se añade una promesa; Te
irá bien y vivirás largo tiempo en la tierra. Padres, vosotros, no
exasperéis a vuestros hijos: criadlos, educándolos y corrigiéndolos como
haría el Señor» (Ef 6, 1-4; cfr. Col 3, 20-25). En realidad, los padres son
plenamente honrados por sus hijos cuando son amados por ellos. Y son
plenamente padres cuando aman generosamente a sus hijos, sin
egoísmo. La figura madura del padre es una figura presente, familiar,
cercana, disponible, acogedora. La madurez de la figura paterna (padres
o educadores) supone una vocación de generosidad y de renuncia.
Como bien se ha dicho: «Ser para los demás un camino que se utiliza y
se olvida.» (84).
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TEMA 37
OBJETIVO:
DESCUBRIR QUE EL EVANGELIO CONDUCE
A UNA COMUNIÓN QUE VA MAS ALLÁ
DE LOS LAZOS DE LA SANGRE
PLAN DE LA REUNIÓN
* Oración inicial.
* Presentación del tema 37 en sus puntos clave.
* Lectura de Mc 3,31-35: ¿tenemos experiencias semejantes?
* Diálogo.
* Oración comunitaria: desde la propia situación. Canción apropiada.
PISTA PARA LA REUNIÓN
PUNTOS CLAVE
* Figuras paterna y materna.
* Honra a tu padre y a tu madre.
* No un paternalismo patológico.
* Más allá de los lazos de la sangre.
* ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos7
* Los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen.