CATECUMENADO 36
MDT-01
AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO EL CORAZÓN
OBJETIVO CATEQUÉTICO
* Descubrir lo que significa amar a Dios con todo el corazón, primero y principal mandamiento.
24. Al encuentro de un Dios compañero de viaje. Tras las huellas de
Dios.
El Dios que el hombre busca es un Dios presente, cercano, amante.
No un Dios ausente, lejano, que para nada se ocupa de los hombres. Ni
tampoco un Dios terrible, enemigo de la felicidad humana (25).
25. Un Dios cercano, con rastros y con huellas, amante
El Dios de Israel es cercano, con rastros y con huellas, que el pueblo
creyente puede reconocer. Está cerca de él, pues le ama. Así lo
proclama Moisés: «Vosotros sois testigos de lo que el Señor hizo en
Egipto contra el Faraón, sus ministros y todo su país: aquellas grandes
pruebas, que vieron vuestros ojos, aquellos grandes signos y prodigios;
pero el Señor no os ha dado inteligencia para entender ni ojos para ver
ni oídos para escuchar, hasta hoy. Yo os he hecho caminar cuarenta
años por el desierto: no se os gastaron los vestidos que llevabais, ni se
os gastaron las sandalias de los pies; no comisteis pan ni bebisteis vino
ni licor: para que reconozcáis que yo, el Señor, soy vuestro Dios» (Dt 29
1-5) (26)
26. Un Dios que enseña al hombre a caminar
El Dios de Israel se ocupa y preocupa de mil maneras por el hombre;
como dice el profeta Oseas: «Cuando Israel era niño, yo le amé y de
Egipto llamé a mi hijo. Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí:
sacrificaban a los baales e incensaban a los ídolos. Y con todo yo
enseñé a Efrain a caminar, tomándole en mis brazos, mas no supieron
que yo cuidaba de ellos. Con cuerdas humanas los atraía, con lazos de
amor, y era para ellos como quien alza un niño contra su mejilla, me
inclinaba hacia él para darle de comer» (Os 11, 1-4) (27).
27. La ley en el contexto de un diálogo: «Escucha, Israel»
Los verdaderos senderos del desierto por los que Dios enseña a
caminar son los del corazón. Hay un lazo esencial entre la rectitud del
corazón y su presencia, entre la ley y la vida (Dt 30, 15-20). La ley, ante
todo, es un don y una llamada suya. El núcleo primero de la ley mosaica,
el Decálogo, no se expresa en forma impersonal, sino dentro de un
diálogo indicado en estas palabras: «Escucha, Israel» (Dt 5, 1; 6, 4). Su
punto de partida se propone desde el principio del Decálogo; es el Dios
Amor y Salvador: «Yo seré el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de
la esclavitud» (Ex 20, 2; Dt 5, 6). Todo lo que sigue es ratificado y
explicado en función de esta realidad primera. Aun cuando los preceptos
coincidan con la ley natural o con los mandamientos de los códigos
orientales contemporáneos, la atmósfera es completamente nueva; es la
línea del amor. El Evangelio vendrá no para abolir esta ley de amor, sino
para llevarla a la plenitud (Mt 5, 17) (28).
28. "Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón" Los mandamientos
divinos orientan la existencia entera del hombre hacia Dios. Miran al
corazón. Dios debe ser buscado con todo el corazón. Jesús llamó el
mayor y primer mandamiento el que nos manda amar a Dios con todo
nuestro ser (Cfr. Mt 22, 38). El Deuteronomio lo expone así: «Escucha,
Israel: El Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor tu Dios
con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las
palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus
hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y
levantado; las atarás a tu muñeca como un signo, serán en tu frente una
señal; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus portales» (Dt 6,
4-9). Jesús añade que el segundo mandamiento es semejante a éste:
«amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos
penden toda la ley y los profetas» (Mt 22, 39-40) (29).
29. «No tendrás otros dioses frente a mí. No tomarás en falso el
nombre de Dios. Guarda el día del sábado»
En el Decálogo, los mandamientos que se refieren más directamente a
Dios se concretan y especifican del siguiente modo:
- «No tendrás otros dioses frente a mí. No te harás ídolos: figura
alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra, o en el agua
debajo de la tierra. No te postrarás ante ellos ni les darás culto, porque
yo, el Señor tu Dios, soy un dios celoso: castigo el pecado de los padres
en los hijos, nietos y biznietos, cuando me aborrecen. Pero actúo con
piedad por mil generaciones cuando me aman y guardan mis preceptos»
(Dt 5, 7-10): Primer mandamiento.
- «No pronunciarás el nombre del Señor tu Dios en falso, porque no
dejará el Señor impune a quien pronuncie su nombre en falso» (Dt 5,
11): Segundo mandamiento.
- «Guarda el día del sábado, santificándolo; como el Señor tu Dios te
ha mandado. Durante seis días puedes trabajar y hacer tus tareas; pero
el día séptimo es día de descanso dedicado al Señor tu Dios. No harás
trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu
buey, ni tu asno, ni tu ganado, ni el forastero que resida en tus ciudades,
para que descansen, como tú, el esclavo y la esclava. Recuerda que
fuiste esclavo en Egipto, y que te sacó de allí el Señor tu Dios con mano
fuerte y con brazo extendido. Por eso te manda el Señor tu Dios guardar
el día del sábado» (Dt 5, 12-15): Tercer mandamiento (30).
30. Un amor no correspondido
Los profetas, amigos y confidentes de Dios (como lo habían sido los
patriarcas desde Abrahán a Moisés), son amados y se saben amados
personalmente por El. Oseas, luego Jeremías y Ezequiel revelan que
Dios es el esposo de Israel. El pueblo israelita, sin embargo, no cesa de
ser infiel; el amor apasionado y exclusivo de Dios es correspondido
únicamente con ingratitud y traición. Pero el amor es más fuerte que el
pecado, aun cuando deba sufrir (Os 11, : Dios decide recrear en Israel
un corazón nuevo capaz de amar de verdad (Os 2, 21ss; Jr 31, 3.20.22;
Ez 16, 60-63; 36, 16-38) (31).
31. Dios, una elección radical
El Deuteronomio, promulgado en el momento en que el pueblo parece
preferir definitivamente el culto de los ídolos al amor de Dios (2 R 22),
recuerda incesantemente que el amor de Dios a Israel es gratuito (Dt 7,
7-8), y que Israel debe «amar a Dios con todo su corazón» (6,5). Este
amor se expresa en actos de adoración y de obediencia (11, 13; 19, 9)
que suponen una elección radical, un desprendimiento costoso (4,
15-31; 30, 15-20). Este amor sólo es posible si Dios en persona viene a
circuncidar el corazón de Israel y a hacerlo capaz de amar (30, 6) (32).
32. Dios se dirige al corazón de cada uno
Después del destierro es cada día más honda la convicción israelita de
que Dios se dirige al corazón de cada uno. Dios no ama sólo a la
colectividad (Dt 4,7) o a sus jefes (2 S 12,7-8), sino a cada judío, sobre
todo al justo (Sal 36, 25-29), al pobre y al pequeño (Sal 112, 5-9). Y
hasta poco a poco se esboza la idea de que el amor de Yahvé se
extiende, más allá de los judíos, también a los paganos (Jon 4, 10-11) e
incluso a toda criatura (Sb 11, 23-26) (33).
33. Amor recíproco: Dios ama al hombre y el hombre debe amar a Dios
Este amor de Dios al hombre exige reciprocidad, el amor del hombre a
Dios: el cumplimiento del primer gran mandamiento de la ley: amar a Dios
con todo el corazón. Jesús realiza el diálogo filial con Dios y da su
testimonio delante de los hombres. Se entrega totalmente al Padre desde
los comienzos (Lc 2, 49; cfr. Hb 10,5ss), viviendo en oración y en acción
de gracias (Mc 1,35; Mt 11,25) y sobre todo en perfecta conformidad con
la voluntad divina (Jn 4, 34; 6,38), está incesantemente a la escucha de
Dios (5, 30; 8, 26.40), lo cual le asegura que es escuchado por El (11,
41-42; 9, 31) (34).
34. Amar a Dios con todo el corazón es cumplir su voluntad
Cumplir la voluntad del Padre es para Jesús tan necesario como el
alimento: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a
término su obra» (Jn 4, 34). Cumplir la voluntad de Dios es el verdadero
sacrificio, la ofrenda de la vida entera: «Tú no quieres sacrificios ni
ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni
víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: Aquí
estoy, ¡oh Dios!, para hacer tu voluntad" (Hb 10,5-7). Jesús muestra su
amor al Padre realizando la obra que el Padre le ha ordenado: «el
mundo ha de saber que amo al Padre y que obro según el Padre me ha
ordenado» (Jn 14, 31) (35).
35. Necesitamos un corazón nuevo que pueda amar a Dios, confiar en
él, apoyarse en él
La cruz es para los hombres la suprema tentación de la infidelidad, de
la desconfianza. Para Jesús, sin embargo, el Calvario fue el lugar donde
se manifestó el amor perfecto, el instante único del «más grande amor»
(Jn 15,13). Entonces da todo, sin reserva, a Dios (Lc 23,46), y a todos
los hombres sin excepción, sin discriminaciones (Mc 10,45; 14,24; 2 Co
5,14-15; 1 Tm 2,5-6). La adhesión al amor divino no es cuestión de
razonamiento humano, de conocimiento según la carne (2 Co 5, 16).
Necesitamos un corazón nuevo que pueda amar a Dios, confiar en El,
apoyarse en El (Is 7,9). Hace falta el don del Espíritu, que crea en el
hombre un corazón nuevo (Jr 31, 33-34; Ez 36, 25-27). El Espíritu,
derramado en Pentecostés, hace comprender desde dentro, con un
verdadero conocimiento religioso, lo que Jesús les ha dicho acerca del
Padre. Todo hombre tiene necesidad del Espíritu para poder llamar
«Padre» a Dios, para dirigirse a El con la confianza de un hijo: «Ese
Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos
de Dios» (Rm 8, 16) (36).
36. «Al Señor tu Dios adorarás...» «No olvides al Señor»: primer
mandamiento
En el desierto, Jesús es tentado por el diablo contra el primer
mandamiento de la Ley. Tiene delante de sí «todos los reinos del mundo
y su gloria» (Mt 4,8). Le dice el tentador: «Todo esto te daré si te postras
y me adoras» (4,9). La respuesta de Jesús es: «Al Señor tu Dios
adorarás, y a El sólo darás culto» (4, 10). Es la Palabra dada a Israel en
una situación semejante: «Cuando el Señor tu Dios te introduzca en la
tierra que juró a tus padres -a Abrahán, Isaac y Jacob- que te había de
dar, con ciudades grandes y ricas que tú no has construido, casas
rebosantes de riquezas que tú no has llenado, pozos ya excavados que
tú no has excavado, viñas y olivares que tú no has plantado, comerás
hasta hartarte. Pero cuidado: No olvides al Señor que te sacó de Egipto,
de la esclavitud. Al Señor tu Dios temerás, a El sólo servirás, sólo en su
nombre jurarás» (Dt 6, 10-13) (37).
37. «Los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en
espíritu y verdad»
Jesús recuerda aquí lo que nunca debe ser olvidado y lo que, en su
Evangelio, es central y debe ser buscado por encima de todo: «Sobre
todo buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por
añadidura» (Mt 6, 33). Jesús recuerda quién debe ser realmente
adorado y cómo: Dios, con todo el corazón. La adoración es la expresión,
a la vez, espontánea y consciente, obligada y voluntaria del hombre ante
la proximidad y la grandeza de Dios. Esta adoración exige el compromiso
de todo el ser: es adoración en espíritu y en verdad, como dice Jesús a
la samaritana: «Se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran
dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el
Padre desea que le den culto así» (Jn 4, 23) (38).
38. A vosotros os basta decir sí o no MDT-02
En el segundo mandamiento se prohíbe tomar en falso el nombre de
Dios. También este mandamiento es llevado a su cumplimiento más
perfecto por Jesús: "Habéis oído que se dijo a los antiguos: No jurarás en
falso y cumplirás tus votos al Señor. Pues yo os digo que no juréis en
absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es
estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni
jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo.
A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno".
(Mt 5, 33-37) (47).
39. "No pronunciarás el nombre del Señor tu Dios en falso»: segundo
mandamiento
Como en la mayoría de las religiones, en el Antiguo Testamento los
hombres recurren al juramento para garantizar solemnemente el valor de
su palabra (Gn 21, 22-24; 24, 2-9; Ex 22, 7.10). Toman el Nombre de
Dios como garantía, lo cual -en el mundo bíblico- es como tomar a Dios
mismo por testigo de lo que dicen o prometen. En este ambiente se
comprende que Israel atribuya con frecuencia juramentos a Yahvé mismo
para expresar la garantía de sus promesas o la fidelidad de su Palabra
(Gn 22, 16; 26, 3; Dt 4, 31; 7, . El Decálogo condena el perjurio, esto
es, el juramento en falso: "No pronunciarás el nombre del Señor tu Dios
en falso" (Dt 5 11; Ex 20, 7). Los profetas denuncian celosamente las
transgresiones de este mandamiento (Os 4, 2; Jr 5, 2; 7, 9; Ez 17,13-19;
Ml 3, 5). Después del destierro, se despierta la sensibilidad con respecto
a otro abuso: la frecuencia de los juramentos. que multiplica los riesgos
de perjurio: "el que jura y toma el Nombre a todas horas no se verá limpio
de pecado" (Si 23, 10). El juramento es reservado para las ocasiones
solemnes (48).
40. Un nuevo camino: abstenerse de jurar. La sinceridad fraterna
Jesús ataca la casuística sutil de los escribas, mediante la cual éstos
eluden las exigencias del juramento, una vez hecho. Jesús condena este
modo de proceder, pues está en juego el respeto que el hombre debe a
Dios (Mt 23,16-22). Ante el sumo sacerdote que le conjura
solemnemente a decir si El es el Cristo, el Hijo de Dios, Jesús consiente
en responder (Mt 26, 63-64). Sin embargo, Jesús no recurre nunca al
juramento para asegurar la autoridad de su doctrina; se limita a introducir
sus afirmaciones más solemnes con su fórmula habitual: En verdad, en
verdad os digo. En el sermón de la montaña señala a los suyos un nuevo
camino: que se abstengan de jurar (Mt 5,33-37). La palabra de los
discípulos no debe buscar otra garantía que la sinceridad fraterna (Cfr.
St 5, 12) (49).
41. La santificación del sábado: tercer mandamiento
MDT-03 DO/PARA-QUÉ
La santificación del sábado es una expresión del primero y principal
mandamiento de la Ley (Mt 22, 38): Amarás a tu Dios con todo tu
corazón.
Dios es reconocido y celebrado como el centro de la vida humana. El
nombre del sábado designa un descanso efectuado con cierta intenci6n
religiosa. En la Biblia está ligado al ritmo sagrado de la semana, que se
cierra con un día de reposo, de regocijo y de reunión para el culto divino
(Gn 2, 1 -3; 2 R 4, 23; Is 1,13). Tal es el sentido del domingo: día de
fiesta, día de llevar una vida más humana, día de dar gracias a Dios por
los beneficios recibidos, día de respirar en la atmósfera de Dios. Jesús
nos enseñó que "El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para
el sábado" (Mc 2, 27) (52).
43. Jesús, más allá del rigorismo farisaico
El reposo del sábado era concebido por la ley en forma muy estricta:
prohibición de encender fuego (Ex 35, 3), de recoger leña (Nm 15, 32),
de preparar alimentos... (Ex 16, 23). En tiempo de Cristo los esenios lo
observan en todo su rigor, a la vez que los doctores fariseos elaboran
sobre el particular una casuística minuciosa. Jesús no abroga la ley del
sábado: en tal día frecuenta la sinagoga y aprovecha la ocasión para
anunciar el Evangelio (Lc 4,16). Pero ataca el rigorismo formalista de los
fariseos (Mc 2, 27); el deber de caridad es anterior a la observancia
material del reposo (Mt 12,1 -8; Lc 13, 10-16; 14, 1-5) (53).
44. El domingo, "Día del Señor"
Los discípulos siguieron en principio observando el sábado (Mt 28,1;
Mc 15,42; 16,1; Jn 19,42). Poco a poco, el primer día de la semana, día
de la resurrección de Jesús, viene a ser el día de culto de la Iglesia,
considerado como Día del Señor (Hch 20,7; Ap 1,10). Este día no se
escogió para suplantar el sábado, sino para conmemorar el
acontecimiento decisivo de la historia de salvación, la resurrección del
Señor, el día de Pascua. El domingo, en efecto, la comunidad cristiana
celebra la victoria del Señor y su presencia en la reunión eucarística,
donde damos gracias al Padre y anunciamos la venida gloriosa del
Señor: «Cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis
la muerte del Señor hasta que vuelva» (1 Co 11, 26) (54).
45. El domingo, día de la Iglesia
El domingo es el día del Señor y también el día de la Iglesia. En cada
celebración eucarística dominical se expresa más plenamente la Iglesia,
como asamblea convocada por Dios en torno al altar, como reunión de
los que participan del mismo pan que es Cristo: «Siendo muchos, somos
un solo pan y un solo cuerpo, pues todos participamos de un solo pan»
(1 Co 10,17). Es el día de la edificación del pueblo de Dios; de renovar el
mutuo perdón entre los cristianos y la caridad fraterna, especialmente
con los más débiles; y es el día de recordar las necesidades de la Iglesia
(Cfr. 1 Co 16, 2) (56).
46. La oración, expresión del reconocimiento de Dios en el centro de la
vida humana
También la oración es expresión del reconocimiento de Dios en el
centro de la vida humana. Dios presente, cercano, amante: «En él
vivimos, nos movemos y existimos» (Hch 17,28), un Dios Padre, tal como
nos lo revela Jesús. Dirigirse al Padre con confianza, como hijo, supone
una actitud profunda: querer, como Jesús, que se cumpla su voluntad y
su plan, no el nuestro. Nuestra actitud en la oración no debe ser la de
pretender que se haga nuestra voluntad y que sea Dios quien la cumpla.
Hemos de buscar ante todo la voluntad de Dios y disponernos nosotros a
cumplirla. Esta fue siempre la actitud de Jesús. Es un don del Espíritu de
Jesús el que podamos desear en cada momento el cumplimiento de la
voluntad del Padre: El es quien nos hace exclamar: ¡Abba (Padre)! (Rm
8,15). El Padrenuestro es la oración cristiana, la oración de la confianza,
la oración de los hijos: «Padre nuestro del cielo, santificado sea tu
nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo;
danos hoy el pan nuestro del mañana, perdónanos nuestras ofensas,
pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido; no nos
dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno» (Mt 6, 9-13) (57).
46. Jesús, hombre de oración J/ORACION Al igual que los discípulos
(Lc 11,1-4) necesitamos que Jesús nos enseñe a orar. Jesús es hombre
de oración. No se limita a una sola forma de orar. Con sus discípulos
cumple la celebración litúrgica prescrita a su pueblo (Mt 26, 30). En la
sinagoga rezaba los salmos y oraciones como cualquier israelita. Pero
Jesús ora también con sus propias palabras, se dirige a su Padre con la
más absoluta espontaneidad (Lc 10, 21). Para orar busca con frecuencia
la soledad del monte y de la noche (Lc 6, 12). Jesús elige lugares
especiales para orar, ora frecuentemente en la montaña (Mt 14,23), solo
(Lc 9, 18), incluso cuando todo el mundo le busca (Mc 1, 37). La oración
de Jesús se relaciona con su misión: en el desierto (Mt 4, 1 ss), en el
momento del bautismo (Lc 3, 21), antes de la elección de los Doce (Lc
6,12ss), en la Transfiguración (Lc 9,29), antes de la enseñanza del
Padrenuestro (Lc 11,1), en la última cena (Jn 17), y sobre todo en el
huerto, inmediatamente antes de la pasión (Mc 14, 36; Hb 5, 7) (58).
47. Los Apóstoles siguen el ejemplo y las enseñanzas de Jesús
Los Apóstoles «estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios» (Lc
24, 53; Hch 5,12). Pedro hace oración a la hora sexta (Hch 10, 9); Pedro
y Juan van a orar la hora nona (Hch 3, 1). Con la oración comunitaria se
preparan los discípulos de Jesús para recibir el don del Espíritu Santo en
Pentecostés (Hch 1,14). San Pablo dice que ora «sin cesar» en todo
tiempo (Rm 1,10; Ef 6,18; 2 Ts 1, 3.11), «noche y día» (1 Ts 3,10).
Concibe la oración como un combate, una lucha (Rm 15, 30; Col 4, 12).
Una de las notas características de la oración de San Pablo es la acción
de gracias, la alabanza a Dios (Flp 4, 6) (59).
48. En lugar oculto. Sin palabrería. «Pedid y se os dará»
Jesús dice a sus discípulos que no recen como los fariseos para ser
vistos por la gente, sino en un lugar oculto (Mt 6,5-6), que en la oración
eviten la palabrería (6,7-8), que insistan en la oración, como el amigo
importuno (Lc 11, 5-8), que recen con perseverancia, sin desfallecer (Lc
18, 1 -8), que la oración siempre es eficaz: «Pues así os digo a vosotros:
Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque
quien pide, recibe; quien busca, halla, y al que llama, se le abre. ¿Qué
padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿0
si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿0 si le pide un huevo, le dará
un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas
buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el
Espíritu Santo a los que se lo piden?" ( Lc 11, 9- 13) (60).
49. Pidamos el Don del Espíritu Santo
Lucas habla del Espíritu, donde Mateo había de «cosas buenas»: «...
¿cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que le
piden?» (/Mt/07/11; cfr. /Lc/11/09-13). El Espíritu Santo es la «cosa
buena» por excelencia. Frecuentemente, los hombres pedimos muchas
cosas; lo que se nos asegura es el Espíritu, la «Gran Cosa». Pedimos
muchas veces en nombre propio, pero lo que quiere el Padre es que
pidamos en nombre de Cristo: «Hasta ahora no habéis pedido nada en
mi nombre; pedid y recibiréis para que vuestra alegría sea completa» (Jn
16, 24). Es preciso que nuestra oración se vaya centrando en lo
verdaderamente importante. No siempre sabemos lo que pedimos (Mc
10, 38). Suavemente, la oración transforma a la persona y entonces la
misma oración se va purificando. Así la samaritana es llevada desde sus
propios deseos al deseo del don de Dios (Jn 4, 10). Y las multitudes al
alimento que perdura en la vida eterna (Jn 6, 27) (61).
50. La oración, dimensión fundamental de la vida cristiana
La oración es una dimensión fundamental de la vida cristiana. Donde
calla la oración desaparece la vida de fe. La Iglesia se manifiesta como
signo de Cristo no sólo cuando proclama la palabra de Dios y confiesa la
fe recibida de los Apóstoles, o cuando celebra la Eucaristía y practica la
caridad fraterna, sino también, y de modo especial, cuando dialoga con
Dios, cuando hace oración. En medio de una sociedad en la que muchos
hombres sólo dan importancia a las actividades económicas, o a las
ideas morales que resultan útiles para una mejor distribución de los
bienes materiales, es necesario que los cristianos demos testimonio de
nuestra fe en Dios, imitando a Jesucristo y a los Apóstoles y a los santos
de todos los tiempos en la oración (63).
51. Oración comunitaria y oración espontánea. «En el lugar secreto»
El Concilio Vaticano lI, siguiendo las huellas de Jesús y de toda la
tradición cristiana, nos recuerda la estrecha vinculación existente entre la
oración litúrgica que acontece cuando dos o tres se congregan en el
nombre de Cristo (Cfr. Mt 18, 20) y la oración que el creyente, en
soledad, expresa con sus propias palabras: «Con razón se considera la
liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella..., el
Cuerpo místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce
el culto público íntegro... La liturgia es la cumbre a la cual tiende la
actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda
su fuerza... El cristiano, llamado a orar en común, debe, no obstante,
entrar también en su habitación para orar al Padre en secreto; más aún,
debe orar sin tregua...» (SC 7.10.12) (64).
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TEMA 36-1
OBJETIVO:
INICIACIÓN EN EL HOMBRE NUEVO:
DESCUBRIR LO QUE SIGNIFICA AMAR A DIOS CON TODO EL
CORAZÓN
PLAN DE LA REUNIÓN
* Presentación del objetivo, plan y pista de la reunión.
* Oración inicial e información (personas, hechos, problemas).
* Presentación del tema 36 y de la pista adjunta.
* Diálogo.
* Oración comunitaria.
PISTA PARA LA REUNIÓN
* ¿Dónde nos situamos?
1. Busco otras cosas por encima de todo.
2. Dios en el centro de la vida: por encima de todo.
3. Es necesario jurar en verdadero.
4. Me basta la sinceridad fraterna: el sí o el no.
5. El sábado está al servicio del hombre.
6. La Eucaristía es para mí el Pan de vida.
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TEMA 36-2
OBJETIVO:
INICIACIÓN EN EL HOMBRE NUEVO:
DESCUBRIR LO QUE SIGNIFICA AMAR A DIOS CON TODO EL
CORAZÓN
PLAN DE LA REUNIÓN
* Presentación del objetivo y plan de la reunión.
* Oración inicial, canción, información.
* Lecturas: Dt 5,7-15; Mt 6,33; Mt 5,33-37; Mc 2,27; Jn 6,32 ss.
* Diálogo, oración final.
PISTA PARA LA REUNIÓN
* Confrontar los tres primeros mandamientos del Decálogo con el espíritu
del Evangelio: «Pues yo os digo»...
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