¡Oh abismo de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus designios e inescrutables sus caminos! En efecto, ¿quién conoció el pensamiento de Señor? O ¿quién fue su consejero? O ¿quién le dio primero que tenga derecho a la recompensa? Porque de él, por él y para él son todas las cosas. ¡A él la gloria por los siglos! Amén" Rom 11,33-35
   
  AUTOCEFALIA UNIVERSAL Y APOSTOLICA EN EL ESPIRITU DE S. BENITO ABAD Y S. IGNACIO DE LOYOLA +JOSE FERNANDO MONTOYA
  TEMA57 UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
 

CATECUMENADO 57

UNCIÓN DE LOS ENFERMOS


OBJETIVO CATEQUÉTICO
* Descubrir la presencia de Cristo en medio de la enfermedad:
El carga con nuestras enfermedades (Mt 8, 17).
* En virtud de ello, el creyente evangeliza desde su enfermedad.

112. Cristo, en medio de la enfermedad
Cristo se encuentra con el creyente también en medio de su
enfermedad. La enfermedad supone una situación dura y crítica, en la
que es puesta a prueba la misma fe: «¿Por qué, Señor...?». El
sacramento de la Unción de los Enfermos significa y actualiza un rasgo
esencial de la Iglesia: el de ser la comunidad llena de esperanza que
triunfa incluso del aparente fracaso definitivo: la muerte (133).

113. La enfermedad, desgarro de sí, ruptura de la unidad personal
La enfermedad es una situación dura y crítica. Estar enfermo es estar
en un mundo diferente. Al verse invadida por la enfermedad, la persona
humana experimenta una especie de elemento hostil, que le hostiga
obsesivamente, que le ataca violentando sus tendencias, sus gustos, su
voluntad. Es un acontecimiento que se le impone a uno mismo, sin
haberlo deseado. La fatiga, la fiebre, el embotamiento, el dolor físico...
invaden como intrusos el organismo corporal. La enfermedad bloquea al
hombre a pesar suyo, invade la conciencia sin su consentimiento, domina
y esclaviza la voluntad, amenaza con destruir todo lo que se tiene e,
incluso, lo que uno es. El enfermo siente la tentación de considerar su
cuerpo como un obstáculo, como un objeto exterior independiente y
enemigo. La enfermedad conduce a un desgarro de sí, a una ruptura de
la unidad personal: «mi cuerpo está contra mi». La enfermedad provoca
también una crisis de comunicación (134).

114. Crisis, de la comunicación con los demás
El sufrimiento obliga al enfermo a prestarse a sí mismo una atención
tan exclusiva, que disloca sus relaciones con los demás. Se siente como
si fuera el único en sufrir. Este repliegue sobre sí mismo se ve acentuado
por el hecho de encontrarse limitado a un horizonte cada vez más
estrecho. El enfermo ha de permanecer en una habitación, ha de
guardar cama: sólo le son posibles unos movimientos y unos pocos
gestos. En último extremo, deberá ser ayudado para comer, cambiarse,
para satisfacer sus necesidades más elementales. Se siente en una
situación de dependencia que modifica profundamente el modo como
vivía antes su relación con los otros. Esta experiencia de dependencia es
la más inmediatamente penosa: sufre por percibirse como una carga
para los demás, por hallarse siempre en el lugar del que recibe. Por otra
parte, la duración de la enfermedad origina el espaciamiento de las
visitas. El enfermo renunciará pronto a retener a aquellos con quienes la
comunicación ya no parece posible (135).

115. El enfermo palpa su propia fragilidad
La enfermedad conduce a una comprensión más profunda de uno
mismo como ser contingente. El enfermo palpa la fragilidad de su ser que
él creía hasta ahora firme y seguro. Su cuerpo amenazado le descubre la
existencia de la contingencia; la cual se ve aún acentuada por la
aparición brusca de la idea de la muerte, que la curación no conseguiría
más que retrasar. La enfermedad manifiesta a la muerte como un destino
inevitable (136).

116. ¿Por qué...?
En medio del desconcierto que acompaña al dolor y a la enfermedad
surge frecuentemente la tentación de rebeldía frente a Dios: «¿Qué he
hecho yo?, ¿por qué a mí?, ¿por qué Dios me manda esto?»... En los
casos más extremos se producen reacciones semejantes a la de Job:
«¿Por qué al salir del vientre no morí o perecí al salir de las entrañas?
¿Por qué me recibió un regazo y unos pechos me dieron de mamar?
Ahora dormiría tranquilo, descansaría en paz, lo mismo que los reyes de
la tierra, que se alzan mausoleos; o como los nobles, que amontonan oro
y plata en sus palacios. Ahora sería un aborto enterrado, una criatura
que no llegó a ver la luz» (Jb 3, 11-16) (137).

117. La enfermedad, un mal que debe ser combatido
Como la pobreza y la miseria, la enfermedad es un mal que debe ser
combatido. Es malo estar malo. Por ello entra dentro del plan salvador de
Dios el que el hombre luche ardientemente contra cualquier enfermedad
y busque solícitamente la salud. Los médicos y todos los que de algún
modo tienen relación con el enfermo han de hacer, intentar y disponer
todo lo que consideren provechoso para aliviar el espíritu y el cuerpo de
los que sufren; al comportarse así, cumplen con aquella palabra de
Cristo que mandaba visitar a los enfermos, queriendo indicar que era el
hombre completo el que se confiaba a sus visitas para que le ayudaran
en su vigor físico y le confortaran en su espíritu (cfr. Ritual de la Unción
[RU], 3 y 4) (138).

118. Jesús vence al mal en todas sus manifestaciones
Los Evangelios muestran claramente el cuidado corporal y espiritual
con que el Señor atendió a los enfermos: «recorría toda Galilea
enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del Reino,
curando las enfermedades y dolencias del Pueblo» (Mt 4, 23). El
encomienda a sus discípulos que procedan del mismo modo: «Id y
proclamad que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos,
resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis
recibido gratis, dadlo gratis» (Mt 10, 7-8). Jesús se presenta en el mundo
como quien vence al mal en todas sus manifestaciones: la enfermedad,
el pecado, la muerte (139).

119. Los milagros de curación, signos de esperanza
Jesús ve en la enfermedad un mal del que sufren los hombres, una
consecuencia del pecado, un signo del poder de Satán. Las curaciones
que Jesús realiza significan, a la vez, su triunfo sobre Satán y la
presencia del Reino de Dios entre nosotros (cfr. Mt 11, 5). Si bien la
enfermedad aún no desaparece del mundo, no obstante la fuerza divina
que finalmente la vencerá está desde ahora en acción. Jesús ante todos
los enfermos que le dicen su confianza (Mc 1, 40; Mt 8, 2-6), manifiesta
una sola exigencia: que crean, pues todo es posible a la fe (Mt 9, 28; Mc
5, 36; 9, 23). Los milagros de curación confirman la esperanza a la que
toda la humanidad está llamada, esperanza que no será confundida
(140).

120. El sacramento de la Unción de los Enfermos
Junto a las curaciones que tiene a bien realizar, Jesús deja para la
humanidad sufriente por la enfermedad el sacramento de la Unción.
Esbozado ya en el evangelio de Marcos (6, 13) y proclamado en la carta
de Santiago, fue celebrado siempre por la Iglesia en favor de sus
miembros a los que unge y por los que ora, invocando el nombre del
Señor para que los alivie y los salve. «¿Está enfermo alguno de
vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia y que recen sobre él,
después de ungirlo con óleo, en el nombre del Señor. Y la oración de fe
salvará al enfermo, y el Señor lo curará, y si ha cometido pecado, lo
perdonará» (/St/05/14-15) (141).

121. Tradición de la Iglesia en Oriente y Occidente
Pablo Vl, en la Constitución Apostólica sobre el sacramento de la
Unción de los Enfermos, incluye esta breve historia del mismo:
«Testimonios sobre la unción de los enfermos se encuentran, desde
tiempos antiguos, en la Tradición de la Iglesia, especialmente en la
litúrgica, tanto en Oriente como en Occidente. En este sentido, se
pueden recordar de manera particular la carta de nuestro predecesor
Inocencio I a Decenio, Obispo de Gubbio, y el texto de la venerable
oración usada para bendecir el óleo de los enfermos: «Envía, Señor, tu
Espíritu Santo Paráclito», que fue introducido en la Plegaria Eucarística y
se conserva aún en el Pontifical Romano.»
«A lo largo de los siglos, se fueron determinando en la tradición
litúrgica con mayor precisión, aunque no de modo uniforme, las partes
del cuerpo del enfermo que debían ser ungidas con el Santo Oleo y se
fueron añadiendo distintas fórmulas para acompañar las unciones con la
oración, tal como se encuentran en los libros rituales de las diversas
Iglesias. Sin embargo, en la Iglesia Romana prevaleció desde el Medievo
la costumbre de ungir a los enfermos en los órganos de los sentidos,
usando la fórmula: "Por esta santa unción y por su bondadosa
misericordia te perdone el Señor todos los pecados que has cometido",
adaptada a cada uno de los sentidos» (142).

122. Concilios de Florencia, Trento y Vaticano II
"La doctrina acerca de la Santa Unción se expone también en los
documentos de los Concilios Ecuménicos, a saber, el Concilio de
Florencia y, sobre todo el de Trento y el Vaticano II (SC 73; cfr. DS 1324;
1694-1700; 1716-1719) (143).

123. Renovación de Pablo Vl
Asimismo, Pablo Vl, para que se adapte mejor a las condiciones de los
tiempos actuales, establece para el Rito Latino cuanto sigue: El
Sacramento de la Unción de los Enfermos se administra a los
gravemente enfermos ungiéndolos en la frente y en las manos con aceite
de oliva debidamente bendecido o, según las circunstancias, con otro
aceite de plantas, y pronunciando una sola vez estas palabras. «Por esta
santa Unción y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la
gracia del Espíritu Santo, para que, libre de tus pecados, te conceda la
salvación y te conforte en tu enfermedad» (RU 143 y 221) (144).

124. El signo sacramental de la Unción de los Enfermos
El simbolismo de la unción consiste en un gesto fraternal de asistencia
que evoca la acción de una persona atenta a la prueba por la que pasa
el enfermo. Expresa la solicitud de la comunidad cristiana para con aquel
que sufre. Esta solicitud misma revela el comportamiento de Cristo atento
a la situación crítica del hombre enfermo. El sacramento remite, así, por
una parte a la comunidad eclesial y, por otra, a la presencia eficaz de
Cristo en medio de su Iglesia (145).

125. Superación de la angustia, robustecimiento de la fe. El cristiano
evangeliza desde su enfermedad: el signo de la esperanza
«El hombre, al enfermar gravemente, necesita de una especial gracia
de Dios, para que, dominado por la angustia, no desfallezca su ánimo, y
sometido a la prueba, no se debilite su fe. Por eso Cristo robustece a sus
fieles enfermos con el sacramento de la Unción fortaleciéndolos con una
firmísima protección» (RU 5). Por la presencia eficaz del Espíritu de
Jesús, la enfermedad pierde su carácter más duro, desesperado,
lacerante. Como la pobreza y la muerte (1 Co 15, 55), pierde su aguijón
para convertirse en signo evangélico de paz, de serenidad y de
esperanza. El cristiano enfermo evangeliza desde su situación deficitaria
y dolorosa: «los enfermos, con su testimonio, deben recordar a los
demás el valor de las cosas esenciales y sobrenaturales y manifestar
que la vida mortal de los hombres ha de ser redimida por el misterio de la
muerte y resurrección de Cristo» (RU 3) (146).

126. Dimensión comunitaria del sacramento
Este sacramento, como los demás, tiene un carácter comunitario que,
en la medida de lo posible, debe manifestarse en su celebración. La
enfermedad de uno de sus miembros presenta a la comunidad eclesial
una de las grandes ocasiones para manifestarse como comunidad de
amor. Durante la enfermedad los lazos que vinculan a unos y otros no
sólo no se rompen, sino que adquieren un sentido nuevo y una nueva
forma: «cuando un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12, 26). En
ciertos casos, será factible la presencia de algunos miembros de la
comunidad; en otros muchos, la comunidad se verá reducida a la
presencia de la familia; incluso no faltarán ocasiones en las que se
hallarán solos el ministro y el enfermo, en cuyo caso se hará comprender
a este último que allí mismo está la Iglesia (cfr. RU 33; 57d; 74). La
comunidad cristiana hará comprender al enfermo que no es un peso, que
no es un fracasado, que no está solo, que no va hacia la nada, que Dios
no le castiga, que Dios le perdona, que será liberado, que no hay nada
que le pueda apartar del amor de Dios y de Cristo (cfr. Rm 8, 31-35)
(147).

127. El sufrimiento se torna humano, es decir, con esperanza
Por la fe y el amor el creyente es liberado de las desgracias del
cuerpo. Su sufrimiento se torna humano, es decir, con esperanza. Sólo
dentro de esta perspectiva es posible comprender las audaces paradojas
de San Pablo. No se trata de juegos de palabras, sino expresión de la
fuerza del cristiano que triunfa por encima del sufrimiento: presionado
por todas partes, pero no aplastado; no sabiendo qué esperar, pero no
desesperado; perseguido, pero no abandonado; abatido, pero no
aniquilado; tenido por moribundo y siempre vivo; por afligido y siempre
alegre... (Cfr. 2 Co 4, 8ss; 6, 8ss) (148).
........................................................................

TEMA 57

OBJETIVO:
DESCUBRIR EL SIGNIFICADO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

PLAN DE LA REUNIÓN
* Relato de acontecimientos significativos, vividos desde la última
reunión.
* Oración inicial: Sal 39 6 41.
* Presentación del tema 57 en sus puntos clave (pista adjunta).
* Diálogo: interrogantes, aspectos descubiertos.
* Oración comunitaria: Sal 77.

PISTA PARA LA REUNIÓN
1. Cristo en medio de la enfermedad.
2. Desgarro de sí, crisis de comunicación con los demás.
3. Es malo estar malo.
4. Jesús vence al mal en todas sus manifestaciones.
5. La curación, signo de esperanza.
6. La unción de los enfermos.
7. Una fuerza especial.
8. El cristiano evangeliza desde su enfermedad.
9. Dimensión comunitaria.

 
 
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"Así que, no se gloríe nadie en los hombres, pues todo es vuestro: ... el mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro, todo es vuestro; y vosotros, de Cristo y Cristo de Dios" ICor 3, 21-23 Este sitio web fue creado de forma gratuita con PaginaWebGratis.es. ¿Quieres también tu sitio web propio?
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