CATECUMENADO 31
LA TENTACIÓN DE LA VIOLENCIA
OBJETIVO CATEQUETICO
* Abordar el problema de la violencia (y sus raíces), así como la respuesta evangélica.
81. El dominio de los otros, intento constante
En la historia humana nos encontramos con este hecho: el intento
constante del hombre por dominar a sus semejantes en provecho propio,
incluso sin que ellos se den cuenta. El egoísmo, el deseo de dominio
sobre los demás y, al mismo tiempo, el miedo a ser dominado por los
otros, es muchas veces la raíz de la mentira, de la simulación, del fraude,
de la coacción, de la violencia moral disimulada, de la manipulación
egoísta y de las guerras (110).
82. Violencia e injusticia. La espiral de la violencia
La violencia es fruto muchas veces de la injusticia, implantada en
muchos rincones de la tierra; la rebelión contra esa situación injusta, y la
represión por parte del orden establecido, como respuesta a la rebelión.
La violencia del mantenimiento de una situación injusta engendra
irremisiblemente la aparición de movimientos de resistencia violenta y
éstos, a su vez, provocan una acción represiva cada vez más violenta.
Este es el engranaje de la violencia, el círculo de la violencia. agresión,
reacción vengadora, rencor y nueva agresión, odio y represalias de
nuevo, y así sucesivamente, inacabablemente (111).
83. Quien a espada mata, a espada muere
El ejemplo y la palabra de Jesús nos apartan del camino de la
violencia. «Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano para
detenerlo. Uno de los que estaban con él agarró la espada, la
desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote.
Jesús le dijo: Envaina la espada: quien usa espada, a espada morirá»
(Mt 26, 50-52). Jesús enuncia aquí una ley histórica: aquellos que
empuñan la espada y desencadenan la violencia perecen por la
agresión, ya que ésta se vuelve contra ellos mismos (112).
84. La violencia, destrucción de la vida social. El siervo de Yahvé
La violencia se percibe también a través de su efecto mayor: la
destrucción de la vida social. En este caso el término va asociado
frecuentemente con otro que significa explotación, opresión, devastación,
ruina. Los profetas se lamentan del estado de violencia en que se halla
sumergido el pueblo (Am 3, 10; Jr 6, 7; 20, 8; Is 60,18). Y recurren a
Yahvé, único que puede remediar este estado de injusticia. Así,
constantemente, se oyen los gritos de los oprimidos que quieren ser
liberados de los hombres violentos (2 S 22, 3; Sal 17, 49; 2-5). Estas
víctimas ponen su esperanza en una réplica de la misma naturaleza: que
el hombre violento sea presa del infortunio, que se le devuelva golpe por
golpe (Sal 139, 12). Sin embargo, poco a poco, se irá imponiendo por su
fuerza moral la figura única del Siervo de Yahvé, que ha renunciado
definitivamente a la violencia: «Maltratado, voluntariamente se humillaba
y no abría la boca: como cordero llevado al matadero, como oveja ante el
esquilador, enmudecía y no abría la boca» (Is 53, 7) (113).
85. Dios condena progresivamente toda violencia injusta
Indudablemente, Dios condena toda violencia injusta. Pero lo hace
progresivamente, teniendo en cuenta las diferentes épocas en que vive
su pueblo. Así se apropia la ley del Talión (Ex 21, 24), que representa un
progreso considerable con respecto a los tiempos de Lamec, quien se
venga sin medida (Gn 4, 23ss). El Dios del Antiguo Testamento no es un
Dios cruel, es un Dios con entrañas. Se pone de parte del pueblo
oprimido en Egipto (Ex 3, 9) y le exige un comportamiento semejante con
el débil: «No vejarás al forastero: conocéis la suerte del forastero, porque
forasteros fuisteis vosotros en Egipto» (Ex 23, 9). Dios se constituye,
pues, en defensor de las víctimas de la injusticia de los hombres, y más
en particular del huérfano, de la viuda, del pobre (Dt 24,20). Pero surge
una dificultad: ¿No aparece en el Antiguo Testamento la imagen terrible
de un Dios guerrero, que extermina a los primogénitos de Egipto (Ex 12),
se pone a la cabeza del combate (2 S 5, 24), aprueba la fuerza
vengadora y destructora de Sansón (Jc 15, 16) y su celo va hasta el
extremo de matar al transgresor de la Alianza? (114).
86. Progreso de la revelación y maduración religiosa del hombre
En la lectura de la Escritura se ha de tener en cuenta que existe un
progreso en toda la revelación, condicionado por el momento de
maduración religiosa del hombre y por su «dureza de corazón». Así
sucede con otros problemas, como el del juramento (Mt 5, 33-37) o el del
«acta de repudio» (Mt 19, 7-8): «Al principio no fue así». El corazón de
Dios no cambia. Su verdadero rostro se manifiesta progresivamente a los
hombres. Y se manifiesta en plenitud en el evangelio de Cristo. Sería
ilegítimo servirse de un momento precedente del progreso de la
Revelación para tomar posiciones veterotestamentarias en nombre del
Nuevo Testamento (115).
87. «Hasta setenta veces siete»
Frente a la violencia que reina en el mundo, Jesús se muestra más
radical que el Antiguo Testamento. La Ley del Talión requería la equidad
en la venganza, que restablece la justicia lesionada; Jesús exige el
perdón (Mt 6, 12.14ss; Mc 11, 25) hasta setenta veces siete (Mt 18, 22).
A todos les ordena: «Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os
persiguen» (Mt 5, 44; Lc 6, 27). A sus discípulos les dice: «No hagáis
frente al que os agravia» (Mt 5, 39). Jesús no formula un juicio sobre el
acto de violencia, cuya causa pueda ser conforme a derecho, sino que
señala un camino que trasciende todo derecho, el de quien -en orden de
gracia- tiene la fuerza de actuar conforme al Evangelio. Quien no
devuelve mal por mal, pone las cosas en un plano totalmente nuevo
(116).
88. «Mi gente habría combatido.» El reino de Dios no se instaura por
medios violentos
Jesús fue por delante. Resiste a la tentación de instaurar el Reino de
Dios por medios violentos: no quiere dominar a los hombres por la fuerza
(Mt 4, 8ss), se niega a ser un político revolucionario (Jn 6, 15) y a
obtener la gloria sin pasar por el sacrificio de la cruz (Mt 16,22 ss). En el
huerto de los Olivos renuncia al derecho que tiene de ser defendido por
la violencia: «¡Dejad! !Ya basta!» Va hasta el extremo de curar a su
adversario (Lc 22,49ss). Y ante Pilatos declara la diferencia de
procedimiento propia de su Reino:
«Mi reino no es de este mundo.
Si mi reino fuera de este mundo,
mi guardia habría luchado
para que yo no cayera en manos de los judíos» (Jn 18, 36) (117).
89. La bienaventuranza de los perseguidos.
El juicio, en las manos de Dios.
Oferta presente de reconciliación
¿Por qué, pues, no resistir al malvado? No por ninguna técnica de no
violencia, sino por el espíritu del amor, único medio de obtener la
reconciliación entre el violento y su víctima. El Reino de Dios no se
establece con la fuerza. Como anuncia el profeta Isaías: «Fundirán sus
espadas para hacer rejas de arado y sus lanzas para hacer hoces» (Is 2,
4). A diferencia de los jefes de las naciones, que hacen pesar sobre ellas
su poder y su dominio, el discípulo de Jesús debe hacerse el servidor de
los otros (Mt 20, 25). Cuando Jesús se bate en retirada como el Siervo
de Dios ante la maldad de sus enemigos (Mt 12, 15.18-21; 14, 13; 16, 4)
se remite a Dios y realiza la bienaventuranza de los perseguidos (Mt 5,
10 ss), profetizada en los cantos del Siervo (Is 50, 5; 53,9). Pero cuando
perdona a los que lo crucifican injustamente (Lc 23, 34), cuando exige a
su discípulo que ofrezca la otra mejilla, Jesús no sólo remite al juicio de
Dios (1 P 2,23), sino que ofrece al violento una reconciliación que puede
ser obtenida ya desde ahora (118).
90. La carrera de armamentos, gravísima plaga de la humanidad
En relación con el problema de la violencia y de la guerra, el Concilio
Vaticano II denuncia en el momento presente la «carrera de
armamentos» como una «gravísima plaga de la humanidad», que,
además, «perjudica intolerablemente a los pobres»: «Hay que declarar
una vez más: La carrera de armamentos es una gravísima plaga de la
humanidad y periudica intolerablemente a los pobres. Y es muy de temer
que si continúa, termine por ocasionar todas las fatales catástrofes para
las que ya prepara los medios... La divina Providencia requiere de
nosotros con insistencia que nos liberemos de la antigua esclavitud de la
guerra. Si no queremos hacer este esfuerzo, no sabemos a dónde
iremos a parar por este mal camino en que nos hemos metido» (GS 81)
(119).
91. ¡Todos contra la guerra! GUERRA/ARMAS:
El Concilio convoca a todos a un esfuerzo común en contra de ese
viejo azote que esclaviza a la humanidad, la guerra: «Es, pues, evidente
que hemos de hacer un esfuerzo para preparar con todas las fuerzas los
tiempos en que, con el consentimiento de las naciones, pueda ser
proscrita totalmente toda clase de guerra» (GS 82). Sin embargo, se
reconoce el servicio que prestan las fuerzas armadas a la seguridad y a
la paz de las naciones, así como el derecho de la autoridad pública a
mantener un eficaz dispositivo de defensa que garantice la necesaria
protección de los ciudadanos contra agresiones exteriores. «Los que al
servicio de la patria se hallan en el ejército, considérense instrumentos
de la seguridad y libertad de los pueblos, pues desempeñando bien esta
función contribuyen realmente a estabilizar la paz» (GS 79) (120).
92. La objeción de conciencia OBJECION-CONCIENCIA
Pero dice también el Concilio sobre los objetores de conciencia:
«Parece equitativo que las leyes provean humanitariamente al caso de
quienes por objeciones de conciencia se niegan a emplear las armas,
con tal que acepten otra forma de servir a la comunidad» (GS 79) (121).
93. No basta una paz impuesta, sino una paz fundada en la
reconciliación de los animos PAZ/VIOLENCIA:
El uso de la violencia por parte de las fuerzas armadas puede ser
necesario en algunos casos para defensa y protección de los
ciudadanos. Pero la verdadera paz no se construye con las armas. Como
ha dicho Pablo VI: «No basta reprimir las guerras, suspender las luchas,
imponer treguas y armisticios, definir confines y relaciones, crear fuentes
de intereses comunes, paralizar las hipótesis de contiendas radicales
mediante el terror de inauditas destrucciones y sufrimientos; no basta
una paz impuesta, una paz utilizada y provisoria; hay que tener una paz
amada, libre, fraterna, es decir, fundada en la reconciliación de los
ánimos» (Mensaje para la celebración de la Jornada de la Paz, 1 de
enero de 1975) (122).
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TEMA 31
OBJETIVO:
ABORDAR EL PROBLEMA DE LA VIOLENCIA Y SUS RAICES,
ASI COMO LA RESPUESTA EVANGELICA
PLAN DE LA REUNION
* Presentar en vídeo los acontecimientos más importantes transmitidos
por TV:
¿Qué nos dicen?
* Presentación del tema 31 en sus puntos clave.
* Diálogo: implicaciones más importantes, a nivel personal, social o
eclesial.
* Oración comunitaria: desde la propia situación.
PISTA PARA LA REUNION
PUNTOS CLAVE
* El dominio de los otros.
* Injusticia, rebelión, represión: espiral de la violencia .
* «Quien a espada mata»...
* Destrucción de la vida social.
* Progreso de la revelación.
* El Reino de Dios no se instaura por la fuerza.
* La carrera de armamentos.
* Objeción de conciencia.
* No basta una paz impuesta: reconciliación.