¡Oh abismo de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus designios e inescrutables sus caminos! En efecto, ¿quién conoció el pensamiento de Señor? O ¿quién fue su consejero? O ¿quién le dio primero que tenga derecho a la recompensa? Porque de él, por él y para él son todas las cosas. ¡A él la gloria por los siglos! Amén" Rom 11,33-35
   
  AUTOCEFALIA UNIVERSAL Y APOSTOLICA EN EL ESPIRITU DE S. BENITO ABAD Y S. IGNACIO DE LOYOLA +JOSE FERNANDO MONTOYA
  TEMA59 EL AMOR HUMANO
 

CATECUMENADO 59

EL AMOR HUMANO BAJO EL SIGNO DEL ESPÍRITU


OBJETIVO CATEQUÉTICO
* Descubrir la presencia salvadora de Cristo en medio del matrimonio.

* En virtud de él los esposos cristianos evangelizan.

141. ¿Fidelidad para siempre? ¿Fecundidad generosa?
El sacramento del Matrimonio celebra la realidad del amor humano,
vivido bajo la acción del Espíritu. Su celebración no es sólo un acto de
sociedad, sino reunión de la Iglesia de Cristo. La alegría de ese
acontecimiento, decisivo en la vida de los nuevos esposos, es alegría de
la Iglesia. La comunidad cristiana celebra el cumplimiento gozoso de una
palabra de fidelidad definitiva («una sola carne») y de fecundidad
generosa («sed fecundos y multiplicaos»). ¿Será posible este signo en
medio de un mundo egoísta donde la fidelidad para siempre parece una
utopía y donde la fecundidad generosa es vivida como un peso (cfr. Gn
3, 16), como una forma de complicarse la vida? (192).

142. El amor humano también debe ser redimido
Según se ha dicho anteriormente (cfr. Temas 25-28), el pecado
penetra todos los ámbitos de la vida, también en el más íntimo y
profundo: el hogar humano, la comunidad conyugal y la familia. El
pecado destruye, disgrega, introduce la división en medio de los
hombres. Por el pecado, la relación personal de amor queda desvirtuada
en relaciones instintivas y ciegas, de deseo y dominio, de predominio y
fuerza: «Tendrás ansia de tu marido y él te dominará» (Gn 3, 16). El
pecado introduce la contradicción y la incomunicación en el orden de la
familia y del amor humano. Es, por tanto, un orden que también debe ser
redimido (193).

143. Necesidad de la redención, confesión de fe
En efecto, la comunidad conyugal y familiar debe ser restaurada según
el proyecto de Dios. El reconocimiento de esto supone ya toda una
confesión de fe. El relato de Gn 2-3 se aplica a cualquier pareja
concreta. Según el plan de Dios, marido y mujer están llamados a formar
«una sola carne»; tal es la figura paradisíaca y original del matrimonio:
en el principio era así (cfr. Mt 19, . El pecado, sin embargo, provoca la
pérdida de esa figura, la maldición y el desamparo. El relato del Génesis
muestra la realidad oculta de cada persona, lo que tal vez deja en
penumbra la felicidad del primer enamoramiento, lo que la convivencia
matrimonial descubrirá después: el pecado como origen de un
padecimiento común, arrastrando a la persona más amada al abismo de
la propia indigencia. El relato del Génesis anuncia la necesidad de la
redención y ofrece una nueva posibilidad: la restauración y la
reintegración de la primitiva imagen de Dios en el hombre (194).

144. Oscurecimiento del amor humano
Por el pecado humano, la comunidad conyugal y familiar «no brilla en
todas partes con el mismo esplendor, puesto que está oscurecida por la
poligamia; la epidemia del divorcio, el llamado amor libre y otras
deformaciones; es más, el amor matrimonial queda frecuentemente
profanado por el egoísmo, el hedonismo y los usos ilícitos contra la
generación» (GS 47). Así aparece el matrimonio desunido, disoluble,
egoísta (195).

145. Oscurecimiento del matrimonio como signo cristiano
El mismo sacramento del Matrimonio se presenta frecuentemente
oscurecido: se procede al matrimonio con una preparación meramente
burocrática, haciéndola consistir muchas veces en el solo expediente; se
presenta el matrimonio como una mera «legalización» de la vida
conyugal; se le hace consistir exclusivamente en el contrato jurídico sin
apenas relación a la Alianza; se disocia el sacramento de la vida (cfr.
Ritual del Matrimonio, [RM] 24) (196).

146. Matrimonio y mundo secularizado
El proceso moderno de la secularización, si bien subraya a veces en el
matrimonio el sentido de responsabilidad y autonomía, supone también
una ruptura fatal entre el amor humano y la acción de Dios. De este
modo, la secularización arrastra al matrimonio hacia un mundo exterior
que está vacío de la gracia de Dios. El matrimonio, con esto, pierde su
fundamento religioso y el radio de su disolubilidad y separabilidad crece
proporcionadamente a esta secularización (197).

147. El matrimonio, en la perspectiva de los designios de Dios
Frente a todo oscurecimiento, el cristiano sitúa el matrimonio en la
perspectiva de los designios de Dios: «No está bien que el hombre esté
solo; voy a hacerle alguien como él que le ayude» (G n 2,18). En las
primeras páginas del Génesis la comunión conyugal entre hombre y
mujer está llamada a ser una alianza de amor: «Abandonará el hombre a
su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola
carne» (Gn 2,24). La misma diversidad y reciprocidad del varón y de la
mujer, destinados a tal unión son presentadas como una imagen
expresiva de Dios, Creador de vida: «Y creó Dios al hombre a su imagen;
a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó. Y los bendijo Dios y
les dijo Dios: «Creced, multiplicaos» (Gn 1, 27-28) (198).

148. "Del Señor ha salido este asunto..."
El matrimonio es una obra de Dios, del que proviene todo amor
verdadero. Un amor que puede haberse originado en circunstancias
aparentemente casuales, pero en las que el creyente reconoce la mano
de Dios. Así lo hace el criado de Abrahán enviado, según los usos de la
época, a la casa de la novia, para gestionar el matrimonio de Isaac con
Rebeca: «Bendigo al Señor, Dios de mi amo Abrahán, que me ha puesto
en el buen camino para tomar a la hija del hermano de mi amo para su
hijo» (Gn 24, 48). Así lo reconocen también Labán, hermano de Rebeca,
y su padre Betuel, en la respuesta que dan al criado: «Del Señor ha
salido este asunto. Nosotros no podemos decirte está mal o está bien.
Ahí delante tienes a Rebeca. Tómala y vete, y sea ella mujer del hijo de
tu amo, como lo ha dicho el Señor Dios» (24, 50-51) (199).

149. «Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los
albañiles»
El matrimonio de Tobías y Sara es encomendado a Dios (cfr. RM
145-146): «Tomó Raguel la mano de su hija y la puso en la de Tobías,
diciendo: El Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob esté con
vosotros. Que él os una y que os colme de su bendición» (Tb 7, 12); «Y
Sara, a su vez, dijo: Ten compasión de nosotros, Señor, ten compasión.
Que los dos juntos vivamos felices hasta nuestra vejez» (8,10). Aquellos
que abrazan el matrimonio de tal modo que excluyen a Dios de su mente
y de su corazón olvidan la advertencia del Salmo: «Si el Señor no
construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no
guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas» (Sal 126, 1). Toda la
Escritura considera la unidad, ia felicidad, la edificación del hogar, como
don de Dios (200).

150. No sólo no cometerás adulterio, sino que serás fiel con todo el
corazón
Jesús devuelve al matrimonio la perfección de los orígenes, atacando
el mal en su raíz; no se trata sólo de no cometer adulterio, sino de que
los esposos se amen de hecho con todo el corazón y durante toda su
vida. El amor al que están llamados los esposos es un amor total y para
siempre. Este amor estable, total, permanente, de los esposos hace del
varón y de la mujer una sola carne (unidad), para toda la vida
(indisolubilidad). Esta unidad e indisolubilidad del matrimonio se han de
expresar públicamente, jurídicamente. Así lo exige el bien de la familia.
Pero la raíz de la fidelidad está en el corazón del hombre. Es esta raíz la
que necesita ser sanada por la conversión y la gracia del Espíritu.
Es el corazón del hombre, ei hombre entero, el que se manifiesta en
cada uno de sus gestos, incluso en su mirada: «Habéis oído el
mandamiento "no cometerás adulterio''. Pues yo os digo: el que mira a
una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su
interior» (Mt 5, 27-28) (201).

151. Jesús suprime la antigua tolerancia mosaica
Jesús se opone a toda decadencia moral, incluso a la antigua
tolerancia mosaica, no permitiendo el divorcio en caso de adulterio: «Se
le acercaron unos fariseos y le preguntaron para ponerlo a prueba: ¿Es
lícito a uno despedir a su mujer por cualquier motivo? El les respondió:
¿No habéis leído que el Creador en el principio los creó hombre y mujer
y dijo: Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se
unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne? De modo que ya no
son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido que no lo
separe el hombre. Ellos insistieron: ¿Y por qué mandó Moisés darle acta
de repudio y divorciarse? El les contestó: Por lo tercos que sois os
permitió Moisés divorciaros de vuestras mujeres. Pero al principio no era
así. Ahora os digo yo que si no se divorcia de su mujer -no hablo de
unión ilegal- y se casa con otra comete adulterio» (Mt 19, 3-9). El sentido
más profundo del matrimonio querido por Dios es la unidad entre varón y
mujer (202).

152. En medio de un orden de gracia
"Los discípulos le replicaron. Si ésa es la situación del hombre con la
mujer, no trae cuenta casarse. Pero él les dijo: No todos pueden con eso,
sólo los que han recibido ese don» (Mt 19, 10-1 1). Los discípulos
comprendieron perfectamente la exigencia moral de Jesús. Solamente
olvidaban una cosa que El les recuerda; a saber, que la exigencia de la
Nueva Ley evangélica se desarrolla en medio de un orden de gracia.
Como enseña San Pablo, el matrimonio entra en el ámbito de la vocación
cristiana y aparece como un don del Espíritu, destinado a la edificación
de la iglesia: «A todos les desearía que vivieran como yo, pero cada uno
tiene el don particular que Dios le ha dado; unos uno y otros otro. Viva
cada uno en la condición que el Señor le asignó, en el estado en que
Dios lo llamó. Esta norma doy en todas las Iglesias...» (1 Co 7, 7.17)
(203).

153. El Matrimonio, signo de amor y sacramento de Cristo
El matrimonio entra en la perspectiva de los designios de Dios
consumados por Cristo en la Iglesia. Los esposos realizan el plan de
Dios, que consiste en hacer de ambos una sola carne, amándose entre
sí como Cristo ama a su Iglesia, el cual se ha hecho una sola carne con
ella: «Porque somos miembros de su cuerpo. Por eso abandonará el
hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos
una sola carne. Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la
Iglesia» (Ef 5, 30-32). Siendo ambos una sola carne, el matrimonio viene
a ser no sólo signo de amor, sino también signo visible de la Alianza
indisoluble entre Cristo y la Iglesia, sacramento eclesial del mismo Cristo,
que hace al matrimonio indisoluble también y generosamente fecundo
(204).

154 Dios mismo es el autor del matrimonio (uno, indisoluble, fecundo)

El matrimonio como sacramento se inicia con el consentimiento
personal e irrevocable de los esposos. Con el acto humano, libre, del
esposo y de la esposa, por el que cada uno de ellos decide darse por
entero al otro y acepta a su vez la entrega del otro, en orden a
establecer la íntima comunidad conyugal de vida y de amor, nace, aun
ante la sociedad, una institución confirmada por la ley divina. «Este
vínculo sagrado, en atención al bien, tanto de los esposos y de la prole
como de la sociedad, no depende de la decisión humana. Pues el mismo
Dios es el autor del matrimonio, al que ha dotado con bienes y fines
varios» (GS 48). «Por su índole natural, la misma institución del
matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y a la
educación de la prole» (GS 48). «Así que el marido y la mujer, que por el
pacto conyugal ya no son dos, sino una sola carne (Mt 19, 6), se ayudan
y se sostienen mutuamente, adquieren conciencia de su unidad y la
logran cada vez más plenamente por la íntima unión de sus personas y
actividades. Esta íntima unión, como mutua entrega de dos personas, lo
mismo que el bien de los hijos, exigen plena fidelidad conyugal y urgen
su indisoluble unidad» (GS 48).
Dios creador establece el matrimonio dentro del plan de la salvación
que había de revelarse plenamente en Cristo (cfr. Mt 19, . Este vínculo
sagrado entre el varón y la mujer ha sido elevado por Cristo a la dignidad
de sacramento. Es un signo eficaz de la gracia. Cristo se hace
especialmente presente en el momento en que esposo y esposa
expresan el mutuo consentimiento de su entrega mutua. Los ministros de
este sacramento son los propios esposos. Pero en cuanto que es un
sacramento, su celebración está regulada por la Iglesia (205).

155. Como Cristo amó a su Iglesia
El amor matrimonial entra en la dinámica pascual del amor cristiano, un
amor que ama incluso en el sacrificio, la renuncia y la cruz: «El amor es
paciente, afable, no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal
educado ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de
la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin
límites, espera sin límites, aguarda sin límites» (1 Co 13, 4-7). En el
matrimonio cristiano los esposos se aman ya como Cristo amó a su
Iglesia, que se entregó a si mismo por ella (Ef 5, 25-26; Col 3, 18; 1 P 3,
1-7) (207).

156. Un amor que implica renuncia y don
El varón (sobre todo, el cristiano) no puede realizarse como persona y
como esposo si no renuncia y se entrega a sí mismo en favor de la
mujer: él adquiere su esposa dándose. Si no fuera sobre esta base y
este don de sí mismo, el matrimonio perdería su sentido profundo para
degenerar en una especie de engaño, violencia o rapto.
También la mujer se entrega en favor del marido. Gracias a ella, por
atracción hacia ella, puede él «dejar a su padre y a su madre» (Gn 2,
24), es decir, hacerse adulto, ser él mismo. Así como la Iglesia es la
plenitud de Cristo también la mujer es plenitud del varón, lo completa y
enriquece. La mujer responde a la donación del marido con receptividad
y donación amorosa, con vencimiento de su egoísmo, como la Iglesia
responde a Cristo (210).

157. Igual dignidad personal
Las características propias del varón y la mujer están orientadas a la
complementariedad y a la unión entre ambos. Pero la
complementariedad entre esposo y esposa no excluyen la igual dignidad
personal del varón y la mujer: «Ya no hay distinción entre judíos y
gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en
Cristo Jesús» (Ga 3, 28) (211).

158. Con su fidelidad, los esposos evangelizan
La indisolubilidad del vínculo matrimonial desborda el marco de lo
meramente jurídico y legal para hacerse realidad existencial y gracia de
Dios con el nombre concreto de una fidelidad que no muere. Desde esta
situación los esposos evangelizan; son signo en medio del mundo:
«Siempre fue deber de los esposos, pero hoy constituye la parte más
importante de su apostolado manifestar y demostrar con su vida la
indisolubilidad y santidad del vínculo matrimonial» (AA 11). A través de
su amor se manifiesta «la presencia viva del Salvador en el mundo y la
auténtica naturaleza de la Iglesia» (GS 48) (212).

159. Vivir con gozo una fecundidad generosa
«El matrimonio y el amor conyugal están ordenados por su propia
naturaleza a la procreación y educación de la prole. Los hijos son, sin
duda, el don más excelente del matrimonio y contribuyen sobremanera al
bien de los propios padres» (GS 50). Si, por el pecado humano, la
fecundidad es vivida como un peso (cfr. Gn 3, 16), constituye todo un
signo de la gracia de Dios llegar a vivir con gozo una fecundidad
generosa (213).

160. Paternidad responsable
Procrear, cuando de personas humanas se trata, no debe ser
solamente voz de la carne y de la sangre, sino amor verdadero humano.
Más aún, los esposos son «cooperadores del amor de Dios Creador y
como sus intérpretes. Por eso, con responsabilidad humana y cristiana
hacia Dios se esforzarán ambos, de común acuerdo y común esfuerzo,
por formarse un juicio recto, atendiendo tanto a su propio bien personal
como al bien de los hijos, ya nacidos o todavía por venir, discerniendo
las circunstancias de los tiempos y del estado de vida tanto materiales
como espirituales y, finalmente, teniendo en cuenta el bien de la
comunidad familiar, de la sociedad temporal y de la propia Iglesia. Este
juicio, en último término, deben formarlo ante Dios los esposos
personalmente» (GS 50) (214).

161. Encíclica «Humanae-Vitae»
•Pablo-VI, en su encíclica Humanae vitae, abordó el problema
moderno de la regulación artificial de la natalidad: «De hecho como
atestigua la experiencia, no se sigue una nueva vida de cada uno de los
actos conyugales. Dios ha dispuesto con sabiduría leyes y ritmos
naturales de fecundidad que por sí mismos distancian los nacimientos.
La Iglesia, sin embargo, al exigir que los hombres observen las normas
de la ley natural, interpretada por su constante doctrina, enseña que
cualquier acto matrimonial ("quilibet matrimonii usus") debe quedar
abierto a la transmisión de la vida» (HV 11). «Esta doctrina, muchas
veces expuesta por el Magisterio, está fundada sobre la inseparable
conexión que Dios ha querido, y que el hombre no puede romper por
propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el
significado unitivo y el significado procreador» (HV 12). «Usufructuar (...)
el don del amor conyugal respetado por las leyes del proceso generador
significa reconocerse no árbitros de las fuentes de la vida humana, sino
más bien administradores del plan establecido por el Creador» (HV 13)
(215).

162. La familia evangeliza en las condiciones comunes del mundo
La familia evangeliza en las condiciones comunes del mundo (cfr. LG
35; AA 11 ) en la medida en que cumple en sí misma el proyecto original
de Dios: «Remontarse al "principio" del gesto creador de Dios, dice Juan
Pablo II, es una necesidad para la familia, si quiere conocerse y
realizarse según la verdad interior no sólo de su ser. sino también de su
actuación histórica... En una perspectiva que además llega a las raíces
mismas de la realidad, hay que decir que la esencia y el cometido de la
familia son definidos en última instancia por el amor. Por esto la familia
recibe la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor, como reflejo
vivo y participación real del amor de Dios por la humanidad y del amor de
Cristo por la Iglesia, su esposa» (FC 17).
........................................................................

TEMA 59-1

OBJETIVO:
DESCUBRIR EL SIGNIFICADO DEL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO:

EL AMOR HUMANO BAJO EL SIGNO DEL ESPÍRITU

PLAN DE LA REUNIÓN
* Presentación del objetivo y plan de la reunión.
* Presentación del montaje El matrimonio, ¿nos casamos por la
Iglesia?
* Diálogo: nuestra reacción ante el montaje.
* Oración comunitaria: desde la propia situación.

PISTA PARA LA REUNIÓN
* Presentación del montaje audiovisual titulado "El matrimonio, ¿nos
casamos por la Iglesia?", de D. GONZÁLEZ CORDERO (Ed. Dinama,
Madrid, 1979): pretende situar a los novios ante una opción -el casarse
por la Iglesia o no- que debe dimanar de la fe y de un respeto por el
sacramento (ver AUCA 10; también, DEPARTAMENTO DE
AUDIOVISUALES (SNC), Montajes audiovisuales. Fichas críticas, M-2).
........................................................................

TEMA 59-2

OBJETIVO:
DESCUBRIR EL SIGNIFICADO DEL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO:

EL AMOR HUMANO BAJO EL SIGNO DEL ESPÍRITU

PLAN DE LA REUNIÓN
* Oración inicial: Sal 127.
* Presentación del objetivo, recogida de interrogantes, presentación
del tema 59
en sus puntos clave (pista adjunta).
* Diálogo: lo más importante.
* Oración comunitaria: desde la propia situación, canción apropiada.

PISTA PARA LA REUNIÓN
1. Interrogantes del grupo.
2. Necesidad de la redención.
3. Oscurecimiento del amor humano y del sacramento.
4. Mundo secularizado.
5. El plan de Dios.
6. No cometerás adulterio.
7. Serás fiel de corazón.
8. En un orden de gracia.
9. Uno indisoluble fecundo.
10 Fidelidad que evangeliza.
11 Paternidad responsable.

 
 
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"Así que, no se gloríe nadie en los hombres, pues todo es vuestro: ... el mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro, todo es vuestro; y vosotros, de Cristo y Cristo de Dios" ICor 3, 21-23 Este sitio web fue creado de forma gratuita con PaginaWebGratis.es. ¿Quieres también tu sitio web propio?
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